Juanjo Los Mens Horacio Quiroga

Páginas: 14 (3387 palabras) Publicado: 14 de mayo de 2015
Horacio Quiroga
LOS MENSÚ

Cayetano Maidana y Esteban Podeley, peones de obraje, volvían a
Posadas en el _Silex_, con quince compañeros. Podeley, labrador de
madera, tornaba a los nueve meses, la contrata concluída, y con pasaje
gratis, por lo tanto. Cayé--mensualero--llegaba en iguales
condiciones, mas al año y medio, tiempo necesario para chancelar
su cuenta.
Flacos, despeinados, encalzoncillos, la camisa abierta en largos
tajos, descalzos como la mayoría, sucios como todos ellos, los dos
mensú devoraban con los ojos la capital del bosque, Jerusalem y
Gólgota de sus vidas. ¡Nueve meses allá arriba! ¡Año y medio! Pero
volvían por fin, y el hachazo aún doliente de la vida del obraje, era
apenas un roce de astilla ante el rotundo goce que olfateaban allí.
De cien peones, sólo dos llegana Posadas con haber. Para esa gloria
de una semana a que los arrastra el río aguas abajo, cuentan con el
anticipo de una nueva contrata. Como intermediario y coadyuvante,
espera en la playa un grupo de muchachas alegres de carácter y de
profesión, ante las cuales los mensú sedientos lanzan su ¡ahijú! de
urgente locura.
Cayé y Podeley bajaron tambaleantes de orgía pregustada, y rodeados de
tres ocuatro amigas, se hallaron en un momento ante la cantidad
suficiente de caña para colmar el hambre de eso de un mensú.
Un instante después estaban borrachos, y con nueva contrata sellada.
¿En qué trabajo? ¿En dónde? Lo ignoraban, ni les importaba tampoco.
Sabían, sí, que tenían cuarenta pesos en el bolsillo, y facultad para
llegar a mucho más en gastos. Babeantes de descanso y dicha
alcohólica,dóciles y torpes, siguieron ambos a las muchachas a
vestirse. Las avisadas doncellas condujéronlos a una tienda con la que
tenían relaciones especiales de un tanto por ciento, o tal vez al
almacén de la casa contratista. Pero en una u otro las muchachas
renovaron el lujo detonante de sus trapos, anidáronse la cabeza de
peinetones, ahorcáronse de cintas--robado todo con perfecta sangre
fría al hidalgoalcohol de su compañero, pues lo único que el mensú
realmente posee, es un desprendimiento brutal de su dinero.
Por su parte Cayé adquirió muchos más extractos y lociones y aceites
de los necesarios para sahumar hasta la náusea su ropa nueva, mientras
Podeley, más juicioso, insistía en un traje de paño. Posiblemente
pagaron muy cara una cuenta entreoída y abonada con un montón de
papeles tiradosal mostrador. Pero de todos modos una hora después
lanzaban a un coche descubierto sus flamantes personas, calzados de
botas, poncho al hombro--y revólver 44 en el cinto, desde
luego--repleta la ropa de cigarrillos que deshacían torpemente entre
los dientes, dejando caer de cada bolsillo la punta de un pañuelo.
Acompañábanlos dos muchachas, orgullosas de esa opulencia, cuya
magnitud se acusaba enla expresión un tanto hastiada de los mensú,
arrastrando consigo mañana y tarde por las calles caldeadas, una
infección de tabaco negro y extracto de obraje.
La noche llegaba por fin, y con ella la bailanta, donde las mismas
damiselas avisadas inducían a beber a los mensú, cuya realeza en
dinero de anticipo les hacía lanzar 10 pesos por una botella de
cerveza, para recibir en cambio 1.40, queguardaban sin
ojear siquiera.
Así en constantes derroches de nuevos adelantos--necesidad
irresistible de compensar con siete días de gran señor las miserias
del obraje--el _Silex_ volvió a remontar el río. Cayé llevó compañera,
y ambos, borrachos como los demás peones, se instalaron en el puente,
donde ya diez mulas se hacinaban en íntimo contacto con baúles,
atados, perros, mujeres y hombres.
Al díasiguiente, ya despejada las cabezas, Podeley y Cayé examinaron
sus libretas: era la primera vez que lo hacían desde la contrata. Cayé
había recibido 120 en efectivo, y 35 en gasto, y Podeley 130 y 75,
respectivamente.
Ambos se miraron con expresión que pudiera haber sido de espanto, si
un mensú no estuviera perfectamente curado de ese malestar. No
recordaban haber gastado ni la quinta parte....
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