juju jajajojo
M E M O R A B L E
A L E J A N D R O
P U S H K I N
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UN
DISPARO
MEMORABLE
Tuvimos un duelo.
Baratynski
Yo había jurado atravesarle de un
balazo, según el derecho del duelo- mi
disparo no le alcanzó.
Una velada en el Vivac.
Estábamosacantonados en el pequeño pueblo
de X. Todo el mundo sabe cómo es la vida de un
oficial de tropa de guarnición. A la mañana, estudio
y picadero; la comida en casa del comandante del
regimiento o en una fonda judía; a la noche, ponche
y naipes.
En X no había ningún lugar donde reunirse, ni
una muchacha; íbamos unos a casa de otros, donde,
aparte nuestros uniformes, no veíamos nada más.
Un solocivil formaba parte de nuestro grupo.
Tenía unos 35 años, lo que nos hacía considerarle
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ALEJANDRO
PUSHKIN
viejo. Su experiencia le daba superioridad sobre nosotros en varios puntos, y, además, su aspecto sombrío que mostraba habitualmente, sus rudas
costumbres y su lengua mordaz ejercían una clara
influencia en nuestras mentes juveniles.
Un cierto misterio parecía envolver sudestino:
se le hubiera tomado por ruso aunque llevaba apellido extranjero. En otros tiempos había servido en los
húsares, y hasta con suerte; sin embargo, nadie sabía
qué motivos le habían hecho retirarse del servicio
para ir a radicarse en un mísero pueblucho, donde
vivía en la estrechez, unida, no obstante, a cierto
despilfarro. Iba siempre a pie, vestía una chaqueta
negra, raída por el uso, ysu mesa estaba siempre a
disposición de todos los oficiales de nuestro regimiento. Sus cenas, estaban compuestas por no más
de dos o tres platos, preparados por un militar retirado, pero el champagne solía correr a torrentes durante las comidas.
Nadie sabía si poseía o no fortuna ni cuales eran
sus rentas, ni nadie se atrevía a preguntárselo. Tenía
muchos libros, la mayoría obras de miliciay novelas.
Los prestaba de buen grado, sin exigir nunca su devolución, como tampoco, por su parte, devolvía
nunca los que a él le prestaban.
4
UN
DISPARO
MEMORABLE
Su ocupación predilecta era ejercitarse en el tiro
a pistola. Las paredes de su cuarto estaban tan acribilladas de balazos, que parecían paneles de una
colmena. Una rica colección de pistolas constituía el
único lujode la miserable casucha que habitaba.
La destreza que había adquirido simplemente en
el tiro, era increíble, tanto como para que, de haberse propuesto acertar de un balazo un objeto puesto
sobre la gorra, ninguno de los de nuestro regimiento
hubiera vacilado en ofrecerle su cabeza como blanco.
El tema de nuestras conversaciones era con frecuencia los duelos. Silvio (así le llamaremos) nuncaparticipaba de ellas. Cuando se le preguntaba si alguna vez le había tocado batirse, solía responder secamente que sí, pero nunca daba detalles, y saltaba a
la vista que tales preguntas le contrariaban. Acabamos por suponer que pesaba en su conciencia alguna desgraciada víctima de su siniestra habilidad. Por
lo demás, nunca se nos cruzó por la mente imputarle
de algo parecido al temor. Haypersonas cuya sola
apariencia disipa tales suposiciones.
Un inesperado acontecimiento nos dejó a todos
consternados.
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ALEJANDRO
PUSHKIN
Un día comíamos en casa de Silvio unos diez
oficiales del regimiento. Bebimos como de costumbre, es decir, muchísimo. Al terminar la comida pedimos a nuestro anfitrión que jugara una partida con
nosotros. Durante largo rato se negó, porque noacostumbraba jugar, pero por fin mandó traer las
cartas, echó sobre la mesa medio centenar de ducados y tomó la banca. Todos le rodeamos y la partida
comenzó. Silvio solía guardar absoluto silencio
mientras jugaba, y jamás había discutido ni hecho
observaciones. Si el que apuntaba se descontaba por
azar, Silvio pagaba inmediatamente la diferencia o
apuntaba el resto. Todos lo sabíamos y en nada...
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