Julio cortazar
Julio Cortázar
62 Modelos Para Armar
|62 /Modelo para armar (1968) es la realización de una idea|
|de novela esbozada por Morelli (una suerte de doble del |
|propio Cortázar) en el capítulo 62 de Rayuela Liberada de |
|la causalidad psicológica y de las limitaciones de tiempo |
|y espa- |
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No serán pocos los lectores que advertirán aquí diversas transgresiones a la convención literaria. Para no citar más que algunos ejemplos, los personajes argentinos pasan del voseo al tuteo cada vez que le conviene al diálogo; un londinense que tomaba sus primeras lecciones de francés se pone a hablarlocon sorprendente soltura (para peor en versión española) apenas ha cruzado el Canal de la Mancha; la geografía, el orden de las estaciones del subterráneo, la libertad, la psicología, las muñecas y el tiempo dejan evidentemente de ser lo que eran bajo el reino de Cynara.
A los posibles sorprendidos les señalo que, desde el terreno en que se cumple este relato, la transgresión cesa de ser tal;el prefijo se suma a los varios otros que giran en torno a la raíz gressio: agresión, regresión y progresión son también connaturales a las intenciones esbozadas un día en los párrafos finales del capítulo 62 de Rayuela, que explican el título de este libro y quizá se realizan en su curso.
El subtítulo “Modelo para armar” podría llevar a creer que las diferentes partes del relato, separadaspor blancos, se proponen como piezas permutables. Si algunas lo son, el armado a que se alude es de otra naturaleza, sensible ya en el nivel de la escritura donde recurrencias y desplazamientos buscan liberar de toda fijeza causal, pero sobre todo en el nivel del sentido donde la apertura a una combinatoria es más insistente e imperiosa. La opción del lector, su montaje personal de los elementosdel relato, serán en cada caso el libro que ha elegido leer.
“Quisiera un castillo sangriento”, había dicho el comensal gordo.
¿Por qué entré en el restaurante Polidor? ¿Por qué, puesto a hacer esa clase de preguntas, compré un libro que probablemente no habría de leer? (El adverbio era ya una zancadilla, porque más de una vez me había ocurrido comprar libros con la certidumbre tácita de quese perderían para siempre en la biblioteca, y sin embargo los había comprado; el enigma estaba en comprarlos, en la razón que podía exigir esa posesión inútil.) Y ya en la cadena de preguntas: ¿Por qué después de entrar en el restaurante Polidor fui a sentarme en la mesa del fondo, de frente al gran espejo que duplicaba precariamente la desteñida desolación de la sala? Y otro eslabón a ubicar: ¿Porqué pedí una botella de Sylvaner?
(Pero esto último dejarlo para más tarde; la botella de Sylvaner era quizá una de las falsas resonancias en el posible acorde, a menos que el acorde fuese diferente y contuviera la botella de Sylvaner como contenía a la condesa, al libro, a lo que acababa de pedir el comensal gordo.)
Je voudrais un château saignant, había dicho el comensal gordo.
Segúnel espejo, el comensal estaba sentado en la segunda mesa a espaldas de la que ocupaba Juan, y así su imagen y su voz habían tenido que recorrer itinerarios opuestos y convergentes para incidir en una atención bruscamente solicitada. (También el libro, en la vitrina del boulevard Saint-Germain: un repentino salto adelante de la portada blanca NRF, un venir hacia Juan como antes la imagen de Hélène yahora la frase del comensal gordo que pedía un castillo sangriento; como ir a sentarse obedientemente en una mesa absurda del restaurante Polidor, de espaldas a todo el mundo.)
Desde luego Juan debía ser el único parroquiano para quien el pedido del comensal tenía un segundo sentido; automática, irónicamente, como buen intérprete habituado a liquidar en el instante todo problema de...
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