julio cortazar

Definitivamente hay veces en las que pensamos mucho las cosas, y en lugar de disfrutarlas como son, pasamos horas y horas tratando de desmenuzarintrínsecamente como están formadas yorganizadas, que han hecho para ser lo que son, o que hicieron quien sabe cuántos para el mismo fin. “El Perseguidor” de Cortázar nos envuelve en dos personalidadestotalmente distintas. Bruno, elperiodista y crítico de jazz, que a pesar de ser una persona sencilla, tiene esta incertidumbre sobre todo, sobre cómo deben ser las cosas, sobre como quisiera que fueranlas cosas y no loson, que podría hacer y que no para resolver esto, tratando de explicar cada pequeña cosa que siente y cada momento, aun sea más efímero que un parpadeo o tan insignificante como ungrano dearena. Por otro lado, tenemos a John Carter, el jazzista del momento, el músico negro rompecorazones, que sumergido en un mundo de marihuana y música, empieza a perderse a si mismo poco apoco,o eso es lo que nos hace creer, una persona que vive al momento, que no hay placer venidero ni placer pasado, solo el placer presente, al que a su parecer, no vale la pena pensar en dondeestarásparado dentro de diez años, ni donde estuviste parado para estar donde estás en este momento, efímeramente e incidentalmente filosófico, una persona menesterosa al parecer, de las queno se puedeaprender mucho. Pero este no es el caso de Bruno ni de muchos de nosotros, hay veces que podemos aprender tanto de las personas menos indicadas, como la irrelevancia del tiempo, olo absurdo que puede serel pensamiento.
“Es como en un ascensor, tú estás en el ascensor hablando con la gente, y no sientes nada raro, y entre tanto pasa el primer piso, el décimo, elveintiuno, y la ciudad se quedó ahíabajo, y tú estás terminando la frase que habías empezado al entrar, y entre las primeras palabras y las últimas hay cincuenta y dos pisos. “
-Johnny Carter