Justicia india daniel

Páginas: 7 (1729 palabras) Publicado: 30 de octubre de 2015
Justicia india
Los dos viajeros bebían el último trago de vino, de pie al lado de la hoguera. La brisa fría de la mañana hacía temblar ligeramente las alas de sus anchos sombreros de fieltro. El fuego palidecía ya bajo la luz indecisa y blanquecina de la aurora; se esclarecían vagamente los extremos del ancho patio, y se trazaban sobre las sombras del fondo las pesadas columnas de barro quesostenían el techo de paja y cañas.Atados a una argolla de hierro fija en una de las columnas, dos caballos completamente enjaezados esperaban, con la cabeza baja, masticando con dificultad largas briznas de hierba. Al lado del muro, un indio joven, en cuclillas, con una bolsa llena de maíz en una mano, hacía saltar hasta su boca los granos amarillentos.Cuando los viajeros se disponían a partir,otros dos indios se presentaron en el enorme portón rústico. Levantaron una de las gruesas vigas que, incrustadas en los muros, cerraban el paso y penetraron en el vasto patio.Su aspecto era humilde y miserable, y más miserable y humilde lo tornaban las chaquetas desgarradas, las burdas camisas abiertas sobre el pecho, las cintas de cuero, llenas de nudos, de las sandalias.Se aproximaron lentamente alos viajeros que saltaban ya sobre sus caballos, mientras el guía indio ajustaba a su cintura la bolsa de maíz, y anudaba fuertemente en torno de sus piernas los lazos de sus sandalias.Los viajeros eran jóvenes aún; alto el uno, muy blanco, de mirada fría y dura; el otro, pequeño, moreno, de aspecto alegre.—Señor… —murmuró uno de los indios. El viajero blanco se volvió a él.—Hola, ¿qué hay,Tomás?—Señor… déjame mi caballo…—¡Otra vez, imbécil! ¿Quieres que viaje a pie? Te he dado en cambio el mío, ya es bastante.—Pero tu caballo está muerto.—Sin duda está muerto; pero es porque le he hecho correr quince horas seguidas. ¡Ha sido un gran caballo!El tuyo no vale nada. ¿Crees tú que soportará muchas horas?—Yo vendí mis llamas para comprar ese caballo para la fiesta de San Juan… Además, señor,tú has quemado mi choza.—Cierto, porque viniste a incomodarme con tus lloriqueos. Yo te arrojé un tizón a la cabeza para que te marcharas, y tú desviaste la cara y el tizón fue a caer en un montón de paja. No tengo la culpa. Debiste recibir con respeto mi tizón. ¿Y tú, qué quieres, Pedro? —preguntó, dirigiéndose al otro indio.—Vengo a suplicarte, señor, que no me quites mis tierras. Son mías. Yo lashe sembrado.—Éste es asunto tuyo, Córdova —dijo el caballero, dirigiéndose a su acompañante.—No, por cierto, éste no es asunto mío. Yo he hecho lo que me encomendaron. Tú, Pedro Quispe, no eres dueño de esas tierras. ¿Dónde están tus títulos? Es decir, ¿dónde están tus papeles?—Yo no tengo papeles, señor. Mi padre tampoco tenía papeles, y el padre de mi padre no los conocía. Y nadie ha queridoquitarnos las tierras. Tú quieres darlas a otro. Yo no te he hecho ningún mal.—¿Tienes guardada en alguna parte una bolsa llena de monedas? Dame la bolsa y te dejo las tierras.Pedro dirigió a Córdova una mirada de angustia.—Yo no tengo monedas, ni podría juntar tanto dinero,—Entonces, no hay nada más que hablar. Déjame en paz.—Págame, pues, lo que me debes.—¡Pero no vamos a concluir nunca! ¿Me creesbastante idiota para pagarte una oveja y algunas gallinas que me has dado? ¿Imaginaste que íbamos a morir de hambre?El viajero blanco, que empezaba a impacientarse, exclamó:—Si seguimos escuchando a estos dos imbéciles, nos quedamos aquí eternamente…La cima de la montaña, en el flanco de la cual se apoyaba el amplio y rústico albergue, comenzaba a brillar herida por los primeros rayos del sol. Laestrecha aridez se iluminaba lentamente y la desolada aridez del paisaje, limitado de cerca por las sierras negruzcas, se destacaba bajo el azul del cielo, cortado a trechos por las nubes plomizas que huían.Córdova hizo una señal al guía, que se dirigió hacia el portón. Detrás de él salieron los dos caballeros.Pedro Quispe se precipitó hacia ellos y asió las riendas de uno de los caballos. Un...
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