Juvenil romantica
Clara Tahoces, 2007
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Por experiencia sé que es mucho más sencillo alimentarse en las afueras de las grandes ciudades. Y Madrid no es una excepción. A las horas que salgo suele haber menos personas en la calle, lo cual facilita bastante la labor de los cazadores de la noche. Simplemente seleccionas tu alimento y lo sigues hasta que se dan las condicionesprecisas para el ataque.
Aquella noche le tocó el turno a un chaval que acababa de bajarse de una moto que conducía otro chico de una edad similar a la suya. Lo lógico hubiera sido que se metiera en uno de los portales mal iluminados de aquel barrio, pero desgraciadamente para él no fue así. Continuó caminando por una de las avenidas sin saber que le seguía. Me pregunto por qué su amigo no lodejó directamente en la puerta de su casa.
Se detuvo sólo un instante, el tiempo justo para encenderse un canuto y reanudar su camino. Llevaba unos auriculares y tarareaba muy bajito una balada de Aerosmith. Lo seguí arropada por la oscuridad. Podía haberlo atacado en aquel momento, pero decidí esperar por si algún curioso se asomaba a la ventana. Percibí que iba a cruzar un descampado. Con eltiempo había aprendido a desarrollar mi intuición como un sentido más, igual que el tacto o la vista. Infinidad de veces había comprobado que era capaz de saber ciertas cosas de manera asombrosa, sin hacer ningún esfuerzo. Esperé un poco más, acechando a mi presa sin prisa, esperando el instante justo para atacar. Ese tiempo llegaría cuando mi intuición lo ordenase, no antes.
Cuando pensé que era laoportunidad apropiada me acerqué por detrás. Es mucho mejor sorprender a las presas por la espalda, sobre todo si son grandes. De este modo apenas tienen tiempo de reaccionar y cuando quieren darse cuenta ya es demasiado tarde.
El ataque debe ser limpio y preciso, pero sobre todo... fulminante. El canuto se le había apagado y tuvo que detenerse en medio del descampado para sacar el mechero.Mientras agachaba la cabeza para extraerlo de uno de sus bolsillos, me abalancé sobre él con mi pañuelo, ya convertido en improvisada soga y apreté con fuerza para impedir que se moviera. Aun así, pataleó un poco. Siempre lo hacen. Se llama instinto de supervivencia. Pero mi posición era mucho más aventajada que la suya. Lo tenía bien agarrado. Era mi comida y no iba a permitir que se zafase.
Sentícómo las venas de su cuello se iban hinchando. Se había puesto rojo como un tomate y luchaba desesperadamente por soltarse. Infeliz. No se daba cuenta de que también yo ejercía mi instinto de supervivencia. Pronto dejó de patalear. Estaba inconsciente. Si hubiera seguido apretando, habría muerto. Siempre me ha maravillado la facilidad con la que es posible poner fin a la vida de alguien. Nueve mesesdentro de la panza de su madre para acabar muriendo en apenas nueve segundos.
Ya en el suelo, me guardé el pañuelo hasta la siguiente ocasión e hinqué con avidez mis dientes en su yugular. Su sangre estaba caliente y entraba a borbotones en mi garganta. Es sublime, embriagador. Algo que un humano jamás podrá apreciar. Bebí y bebí hasta saciar mi sed, hasta que la euforia me dijo que había queparar. Demasiada sangre puede producir una extraña sensación de mareo haciéndonos perder, por unos instantes, el contacto con la realidad. Es un instante peligroso en el que podemos olvidarnos de dónde estamos, quiénes somos y hacia dónde debemos ir. ¿No son ésas las grandes preguntas que siempre se ha formulado la humanidad? Es entonces cuando hay que parar, abandonar el cuerpo y huir. Si norespetásemos esta regla, en alguna ocasión terminaríamos siendo capturados o destruidos.
Curiosamente, nunca fue tan fácil como ahora obtener sangre fresca con la que saciar mi sed. Cada período histórico ha tenido para mí sus ventajas e inconvenientes. En otros tiempos, un crimen como el que acababa de cometer no hubiese supuesto ninguna clase de investigación por parte de las autoridades. Sin...
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