juventud estudiantil catolica
Es honroso para mí decir unas palabras de simpatía para la juventud que al reafirmar su concepción religiosa de la vida y al manifestar su fe en los valores eternos,simboliza una elocuente oposición al culto imperante por el Poder y la Riqueza.
La primera cosa que tiene que hacer toda auténtica juventud es aprender a no venderse. Nada más grave para el futuro y parala salud moral de una nación que las asambleas de pusilámines o aprovechadores venales cuyo lenguaje común es tratarse mutuamente como respetables.
No sólo los políticos, sino muchos grandes médicosy grandes abogados y profesores y aristócratas e intelectuales entran en esa lucrativa confraternidad.
El deber fundamental de un joven es el de la decencia substancial. Para construirla ysostenerla, ningún material mejor que la indiferencia necesaria para que las naturalezas subalternas importen poco.
Hay que aprender a decir no en contra de uno mismo. Será el mejor acto que se puedarealizar en un país enfermo de consentir. Si en el espíritu de la nueva generación predomina la tendencia a decir que sí, hay que sospechar que la decadencia colectiva es tremenda. Pero nada tan sencilloaparentemente y tan difícil de hacer bien y tan delicado para realizar con rigor, nada tan arduo que requiera tanto coraje como ser hombres de afirmación y no de mera negación.
Sobre las ruinas de loque se niega, hay que fundar lo positivo. La verdadera calidad de un espíritu depende del modo cómo se prolonga hacia delante su pensamiento y su acción, bien parado en los pies propios, adherido congarras a las verdades sólidas y esenciales contra todos los elementos contingentes de la existencia exterior, sin confiar más que en el fruto de la dedicación de la vida a una labor clara y humana.Chesterton ha dicho: “Yo no sabía lo que entendía por libertad hasta que la oí designar con el nuevo nombre de Dignidad Humana”. Más que nunca en este instante del mundo es preciso construirse por...
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