Kimi Pernía

No nos quedó sino un retrato de Kimi Pernía

Hay una foto de Kimi Pernía que me gusta. En ella está de pie, su cabeza adornada por un penacho de plumas y el cuerpo envuelto en la bandera de Colombia. Amarillo, azul y rojo. Se le ve imponente, digno, macizo, como un roble pequeño y con esa mirada suya llena de tranquilidad. Parece un héroe mítico, un enviado del gran Caragabí (Pineda y Gutiérrezde Pineda, 1999). Al fondo hay un río, no se sabe cuál es, pero se le ve manso. El río y el agua siempre estuvieron presentes en su vida.

Kimi era una emberá katío de la línea dóbida, un habitante de las riveras de los ríos (Hernández, 2001). El 2 de junio de 2001, a pocos metros de la sede de la Fiscalía seccional en Tierralta (Córdoba), dos hombres armados que se transportaban en unamotocicleta lo abordaron y le ordenaron que se subiera al vehículo. Kimi intentó oponer resistencia y entonces le apuntaron con un revólver, lo esposaron y se lo llevaron por un camino pedregoso. Alguien que estaba cerca, un testigo, dijo que Kimi gritó: “¡me llevan secuestrado!”, y dice haber visto cuando Kimi intentó lanzarse de la moto. Los tres se perdieron dejando atrás una estela de polvo.Durante dos días, más de 700 indígenas, representantes de 16 comunidades emberá katío, recorrieron varios caminos de Córdoba en busca de Kimi. La mayoría llevaba puesta una foto suya colgada al cuello y con un megáfono pedían su regreso La caravana tocó a la puerta de cada casa y averiguó en cada finca por donde pasó, pero no lograron hallarlo[1].

A Kimi ya le habían advertido que vendrían por él.Una noche mientras dormía en su casa, alguien vino a buscarlo: “Kimi, Kimi, Kimi, levántese hermano que a usted lo están buscando pero no sabemos quiénes” (Población Civil, 2004: 24). Esa noche huyó a otra comunidad. “Yo tengo que ser valiente. Si yo me debilito el pueblo también se debilita” (Población Civil, 2004: 24), reflexionó después, según relató su hija Marta Domicó. Había llegado aTierralta un mes antes de su desaparición por pedido de las autoridades que le habían advertido del riesgo que corría e informado de las muertes de varios campesinos en los alrededores de Río Verde, cerca de su casa, en el corazón del Paramillo. Por aquellos días, Kimi había participado en el Primer Congreso de los Pueblos Indígenas del Pacífico colombiano. Hasta allí llevó el mensaje de alerta sobre elestado de cosas en los territorios de su pueblo debido a la construcción de la Represa de Urrá I, al recrudecimiento del conflicto en esa zona por parte de los grupos armados ilegales y el accionar de la fuerza pública, a los roces constantes con los madereros, a la división de su etnia y a su idea de reconstruir el mito del agua de Caragabí como motivo de encuentro de los emberá katíos.Durante seis años no se supo de Kimi nada distinto al relato de su desaparición. La Fiscalía, presionada, ordenó una investigación, pero las pocas pruebas recaudadas y los testimonios llevados al expediente del caso se perdieron. En su ausencia, en 2003, recibió el premio John Humphrey a La Libertad, que otorga anualmente el Centro Internacional de Derechos Humanos y Desarrollo Democrático, una ONGcanadiense, y mediante cual se exalta a los organismos o personas de cualquier parte del mundo que contribuyen ejemplarmente a la promoción de los derechos humanos y del desarrollo democrático. La ceremonia se realizó en Canadá y su hija Marta Domicó fue hasta allí y recibió el galardón en nombre suyo[2].

El 15 enero de 2007 Salvatore Mancuso, uno de los máximos jefes de los escuadronesparamilitares que operaban en Córdoba, puso fin al misterio de la desaparición de Kimi. Ese día Mancuso confesó ante un fiscal en Medellín que él mismo le pidió Carlos Castaño -fallecido jefe de esos grupos armados de ultraderecha- que le prestara a uno de sus asesinos de confianza para “hacer un trabajo”. Castaño envió ante Mancuso a su cuñado y escolta personal John Henao, alias “H2”, quien se encargó...