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Páginas: 10 (2454 palabras) Publicado: 15 de mayo de 2013
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La Manuela se encuclilló en la puerta para
arrancarunas briznas. No tenía apuro. Faltaba media hora para la misa. Media hora inofensiva, despojada de toda tensión por las noticias de la Nelly: ni un camión, ni un auto
en todo el pueblo. Claro, fue sueño. No recordaba siquiera quién le vino a contar el cuento.
Y los perros. No tenían por qué andar sueltos
en la viña en este tiempo, cuando ya no quedaba ni un racimo que robarse. Bueno. Cincominutos hasta la casa de la Ludovinia, un
cuarto de hora para buscar el hilo, y cinco
minutos para cualquier cosa, para tomar un
matecito o para pararse a comadrear con cualquiera en una esquina. Y después, su misa.
Por si acaso, miró calle arriba hacia la
alameda que cerraba el pueblo por ese lado,
tres cuadras más allá. Nadie. Ni un alma. Claro. Domingo. Hasta los chiquillos, que siemprearmaban una gritadera del demonio jugando a la pelota en la calzada, estarían
esperando junto a la puerta de la capilla para
pedir limosna si llegaba algún auto de rico.
Los álamos se agitaron. Si el viento arreciaba,
el pueblo entero quedaría invadido por las
hojas amarillas durante una semana por lo
menos y las mujeres se pasarían el día barriéndolas de todas partes, de los caminos, loscorredores, las puertas y hasta debajo de las
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camas, para juntarlas en montones y quemarlas... el humo azul prendiéndose en un claro
cariado, arrastrándose como un gato pegado
a los muros de adobe, enrollándose en los
muñones de paredes derruidas y cubiertas de
pasto, y la zarzamora devorándola y devorando las habitaciones de las casas abandonadas
y las veredas, el humo azul en los ojos quepican y lagrimean con el último calor de la calle.
En el bolsillo de su chaqueta, la mano de la
Manuela apretó el jirón del vestido como quien
soba un talismán para urgirlo a obrar su magia.
Sólo una cuadra para llegar a la estación
donde terminaba el pueblo por ese lado y a
la casa de la Ludo a la vuelta de la esquina,
siempre bien abrigada con un brasero encendido desde temprano. Se apurópara dejar
atrás las casas de ese rumbo, que eran las
peores. Quedaban pocas habitadas porque hacía mucho tiempo que todos los toneleros trasladaron sus negocios a Talca: ahora, con los
caminos buenos, se llegaba en un abrir y cerrar de ojos desde los fundos. No es que del
otro lado del pueblo, del lado de la capilla
y del correo, fueran mejores las casas ni más
abundantes los pobladores, peroen fin, era
el centro. Claro que en épocas mejores el centro fue esto, la estación. Ahora no era más que
23un potrero cruzado por la línea, un semáforo
inválido, un andén de concreto resquebrajado,
y tumbada entre los hinojos debajo del par
de eucaliptos estrafalarios, una máquina trilladora antediluviana entre cuyos fierros anaranjados por el orín jugaban los niños como
con un sauriodomesticado. Más allá, detrás
del galpón de madera encanecida, más zarzas
y un canal separaban el pueblo de las viñas
de don Alejandro. La Manuela se detuvo en la.
esquina para contemplarlas un instante. Vi-
ñas y viñas y más viñas por todos lados hasta
donde alcanzaba la vista, hasta la cordillera.
Tal vez no fueran todas de don Alejandro. Si
no eran suyas eran de sus parientes, hermanos
y...
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