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AL DIOS DE MI JUVENTUD.


Aquel joven Jesús de Nazaret, judío de nacimien­to según la carne, descendiente de David, galileo de procedencia, de origen humilde, hijo de un carpin­tero llamado José y, probablemente artesano y car­pintero durante su juventud, a los ojos de los que lo conocían, era sólo ¡un buen muchacho! ¡Nada de extraordinario!

Conocían bien a su madre: ¡Excelente persona!,¡sobre cualquier critica o sospecha! Buena vecina, amiga, esposa y, sobre todo, magnifica dueña de casa, doña María inspiraba admiración y respeto de todos: jóvenes, niños, adultos, ancianos.

Su padre, según los mismos vecinos, vivía del trabajo y de la familia. Un buen sujeto ese José. ¡Ex­celente matrimonio!
Y todo habría sido tranquilo como lo fuera siempre en aquella pequeña y sencillaNazaret, si no fuese porque, de repente, Jesús comenzó a decir cosas extrañas...

"Igualdad para todos"
"un nuevo orden estaba para comenzar";
"el Reino de Dios se aproximaba";
"el Padre lo manda entre los hombres";
"El era el camino, la verdad y la vida";
"el que creyese en él tendría 'la vida eterna'; y si muriese. El lo resucitaría";
"quien comiese su carne y bebiese su sangre viviría parasiempre";
"que tuviesen confianza en El porque había venido para salvar a los pecadores";
"que vendiesen todo lo que tenían";
"que vivieran como los pájaros que no siembran ni plantan, pero tienen comida";
"o como los lirios que no tejen ni hilan, pero se visten";
"que imitaran a los niños porque el Reino de Dios es de ellos";
"los primeros serán ¡os últimos";
"los últimos serán losprimeros";
"Moisés debía ser revisado y corregido";
"nada de documentos de divorcio";
"hasta una simple mirada de codicia es pecado";
"que arrancaran el ojo o la mano que lleva al pecado";
"que perdonaran a los enemigos y oraran por los opresores";
"El y el Padre eran una misma cosa";
¡Francamente!
¡Después venían aquellas noticias de milagros!
¡Había resucitado a un muerto,
había dado la vistaa los ciegos,
había hecho que un tullido anduviese,
había dominado el viento y el mar,
había repartido cinco panes entre cinco mil
per­sonas y todos comieron hasta hartarse,
había arrojado a los demonios,
adivinaba los pensamientos...!
¡Francamente!
¡Quién lo diría!

Luego, El, tan silencioso, tan tranquilo, tan quieto,
al final de cuentas, ¿qué pretendía?

¿Cambiar qué? ¿Cómo?¿Con aquellas ideas?
¿Dónde había estudiado? ¿Qué escuela frecuentó?
¿Qué sabía de las Escrituras? ¿Con qué autoridad? ¿Quién lo había hecho rabino?
Si fuera profeta habría hecho cualquier cosa mientras vivió en Nazaret. ¿Por qué sólo ahora, des­pués que se mudó a Cafarnaúm comienza a hacer tales cosas?

Y en Nazaret, decían todos:

— ¡No hay nada de extraordinario!
— ¡El no pasa de ser unpobre infortunado!
— ¡Está loco!
— ¡Es bueno que su madre o alguno de los pa­rientes hagan lo posible por aquietarlo antes que la cosa se complique!
— ¡Dice cosas incoherentes!
— ¡Mi carne para la vida del mundo! ¿Quién piensa que es?
Así pensaban y hablaban los amigos y vecinos de Jesús de Nazaret.
¡Y nadie es profeta en su propia tierra!...
¡Vecino, en general, es el que no sabe nada delo que debía saber y todo lo que no vio ni entendió o no quiso entender!
Aquel muchacho Jesús...
No hablaba probablemente más que una o dos lenguas;
no tenía ningún diploma colgado en la pared;
no hacía colección de títulos. ¿Profesión? ¡Carpintero, según parece!

¿Cultura? Era inteligentísimo, pero según se sabe no fue a buscar la cultura a ningún lugar. Aparente­mente, después de laadolescencia, jamás salió de Nazaret, no había pruebas de lo contrario.

¿Estrato social? ¡Pobre, evidentemente! No tenía propiedades, no cultivaba la tierra, no era pastor, no era patrón, no era obrero, ¡un simple artesano!, co­mo José.

Vivía con su madre y, por lo que puede deducirse, el padre había fallecido cuando comenzó a profe­tizar.

No era sacerdote, no era levita, no era rabino, no...