kkaiailisi

Páginas: 6 (1472 palabras) Publicado: 1 de diciembre de 2014
Fortunata y Jacinta
Deseaban todos que fuese Villalonga a la casa para que les contara la memorable sesión de la noche del 2 al 3, porque la había presenciado en los escaños rojos. Pero el representante del país no aportaba por allá. Por fin se apareció el día de Reyes por la mañana. Pasaba Jacinta por el recibimiento, cuando el amigo de la casa entró.
«Tocaya, buenos días... ¿cómo están poraquí? ¿Y el monstruo, se ha levantado ya?».
Jacinta no podía ver al dichoso tocayo. Fundábase esta antipatía en la creencia de que Villalonga era el corruptor de su marido y el que le arrastraba a la infidelidad.
«Papá ha salido -díjole no muy risueña-. ¡Cuánto sentirá no verle a usted para que le cuente eso!... ¿Tuvo usted mucho miedo? Dice Juan que se metió usted debajo de un banco».
-¡Ay, quégracia! ¿Ha salido también Juan?
-No, se está vistiendo. Pase usted.
Y fue detrás de él, porque siempre que los dos amigos se encerraban, hacía ella los imposibles por oír lo que decían, poniendo su orejita rosada en el resquicio de la mal cerrada puerta. Jacinto esperó en el gabinete, y su tocaya entró a anunciarle.
«Pero qué, ¿ha venido ya ese pelagatos?».
-Sí... resalao... aquí estoy.-Pasa, danzante... ¡Dichosos los ojos...
El amigote entró. Jacinta notaba en los —461→ ojos de este algo de intención picaresca. De buena gana se escondería detrás de una cortina para estafarles sus secretos a aquel par de tunantes. Desgraciadamente tenía que ir al comedor a cumplir ciertas órdenes que Barbarita le había dado... Pero daría una vueltecita, y trataría de pescar algo...
«Cuenta,chico, cuenta. Estábamos rabiando por verte».
Y Villalonga dio principio a su relato delante de Jacinta; pero en cuanto esta se marchó, el semblante del narrador inundose de malicia. Miraron ambos a la puerta; cerciorose el compinche de que la esposa se había retirado, y volviéndose hacia el Delfín, le dijo con la voz temerosa que emplean los conspiradores domésticos:
«¿Chico, no sabes... lanoticia que te traigo...? ¡Si supieras a quién he visto! ¿Nos oirá tu mujer?».
-No, hombre, pierde cuidado -replicó Juan poniéndose los botones de la pechera-. Claréate pronto.
-Pues he visto a quien menos puedes figurarte... Está aquí.
-¿Quién?
-Fortunata... Pero no tienes idea de su transformación. ¡Vaya un cambiazo! Está guapísima, elegantísima. Chico, me quedé turulato cuando la vi.
Oyéronselos pasos de Jacinta. Cuando apareció levantando la cortina, Villalonga dio una brusca retorcedura a su discurso: «No, hombre, no me has entendido; la sesión empezó por la tarde y se suspendió a las ocho. Durante la suspensión se trató de llegar a una inteligencia. Yo me acercaba a todos los grupos a oler aquel guisado... ¡jum!, malo, malo; el ministerio Palanca se iba cociendo, se iba cociendo...A todas esas... ¡figúrate si estarían ciegos aquellos hombres!... a todas estas, fuera de las Cortes se estaba preparando la máquina para echarles la zancadilla. Zalamero y yo salíamos y entrábamos a turno para llevar noticias a una casa de la calle de la Greda, donde estaban Serrano, Topete y otros. 'Mi general, no se entienden. Aquello es una balsa de aceite... hirviendo. Tumban a Castelar. Enfin, se ha de ver ahora'. 'Vuelva usted allá. ¿Habrá votación?'. -'Creo que sí'. -'Tráiganos usted el resultado'».
-El resultado de la votación -indicó Santa Cruz-, fue contrario a Castelar. Di una cosa, ¿y si hubiera sido favorable?
-No se habría hecho nada. Tenlo por cierto. Pues como te decía, habló Castelar...
Jacinta ponía mucha atención a esto; pero entró Rafaela a llamarla y tuvo queretirarse.
«Gracias a Dios que estamos solos otra vez -dijo el compinche después que la vio salir-. ¿Nos oirá?».
-¿Qué ha de oír?... ¡Qué medroso te has vuelto! Cuenta, pronto. ¿Dónde la viste?
-Pues anoche... estuve en el Suizo hasta las diez. Después me fui un rato al Real, y al salir ocurriome pasar por Praga a ver si estaba allí Joaquín Pez, a quien tenía que decir una cosa. Entro y lo...
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