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Páginas: 21 (5139 palabras) Publicado: 27 de enero de 2015
n estrecha relación con las visiones del hombre velludo estaba la llamada que todavía sonaba en las entrañas del bosque. Le producía una gran inquietud y unos extraños deseos. Le hacía experimentar una vaga y dulce alegría y despertaba en él ansias y anhelos salvajes no sabía bien de qué. A veces se internaba en el bosque buscando la llamada como si fuera un objeto tangible, y ladraba apenas ocon fuerza, según su humor. Hundía el hocico en el musgo del bosque o en la tierra negra donde crecía alta la hierba, y los densos olores lo hacían resoplar de gozo; o bien se acurrucaba durante horas al acecho, detrás del tronco cubierto de liquen de un árbol caído, con los ojos bien abiertos y las orejas muy erguidas, atento a todo cuanto se movía o sonaba a su alrededor. Puede que en esa actitudesperase descubrir la llamada que no lograba comprender. Aunque no sabía por qué hacía aquellas cosas. Se sentía empujado a hacerlas pero no reflexionaba en absoluto sobre ellas.

Lo acometían impulsos irresistibles. Estaba tumbado en el campamento, dormitando perezosamente al sol, cuando de pronto erguía la cabeza y levantaba las orejas escuchando con atención, y, tras ponerse de pie de unbrinco, se alejaba velozmente y corría durante horas por las veredas del bosque y a través de los espacios abiertos llenos de matorrales. Le encantaba correr por los cauces secos y espiar agazapado la vida de las aves en el bosque. Permanecía un día entero tumbado en el monte bajo observando a las perdices que se pavoneaban de un lado a otro agitando las alas. Pero lo que le gustaba especialmente eracorrer bajo el suave resplandor de las noches de verano, escuchar los atenuados y somnolientos murmullos del bosque, interpretar los indicios del mismo modo que una persona lee un libro, e indagar el origen de aquel soplo misterioso que, dormido o despierto, lo llamaba a todas horas.

Una noche despertó sobresaltado con la mirada ansiosa, las aletas nasales husmeando temblorosas, la pelambreencrespada en olas sucesivas. De la selva llegaba la llamada (o una nota de las muchas melodías de la llamada), clara y definida como nunca: un prolongado aullido, semejante y sin embargo diferente al producido por cualquier perro esquimal. Y Buck reconoció, en su familiar carácter ancestral, un sonido que ya había oído antes. De un salto atravesó el campamento dormido y en silencio se internó en elbosque. Según se fue acercando aflojó el paso prestando atención a cada movimiento, hasta que llegó al borde de un claro entre los árboles y al mirar vio, erguido sobre las ancas, apuntando al cielo con el hocico, a un largo y escuálido lobo gris.

Aunque Buck no había hecho ruido, el lobo interrumpió el aullido para localizar la presencia del intruso. Buck salió al claro con precaución, medioagazapado, con el cuerpo en tensión, el rabo extendido y rígido, pisando con inusitada cautela. Cada uno de sus movimientos era una mezcla de amenaza y de ofrecimiento a la amistad. Era la tregua amenazadora que caracteriza el encuentro entre bestias feroces. Pero el lobo huyó al ver a Buck, que salió precipitadamente tras él, desesperado por alcanzarlo. Lo persiguió a lo largo de un conducto sinsalida, el cauce de un riachuelo interrumpido por un amontonamiento de troncos que impedía el paso. El lobo giró sobre sí mismo, apoyándose en las patas traseras como lo había hecho Joe y lo hacían todos los perros esquimales cuando estaban acorralados, gruñendo y erizando el pelaje, entrechocando los dientes en una continua y rápida sucesión de chasquidos.

Buck no atacó, sino que se movió encírculo rodeándolo en actitud amistosa. El lobo se mostraba desconfiado y temeroso; su cabeza apenas si llegaba a la altura del lomo de Buck, que pesaba tres veces más que él. Atento a la primera ocasión, el lobo escapó como una flecha y la persecución se reanudó. Una y otra vez estuvo acorralado y la escena se repitió, pero estaba físicamente en mala forma, pues de no ser así Buck no habría...
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