la abuela
Mariano dudó. Aquelpunto estaba a muchos kilómetros de la casa más cercana, ¿cómo había llegado aquella anciana hasta allí? Caminando no podía ser, y si alguien la había arrimado en algún coche, ¿por qué la habíandejado allí, en medio de la nada, a esa hora de la noche? Pero al pensar en seguir de largo, en dejar a una anciana en aquella soledad sólo por desconfianza, se sintió algo avergonzado y frenó, y como yala había pasado retrocedió un poco. Se estiró para abrir la puerta y la invitó a subir, e inventó una excusa poco creíble para justificar que no se había detenido frente a ella:
- Buenas noches,señora. Suba. Iba distraído y la noté medio tarde.
- Buenas noches, joven. Le agradezco que parara -dijo la anciana con una voz que sonó bastante extraña, pero Mariano se lo atribuyó a su avanzada edad,algo que era evidente.
Subió con aparente dificultad, pero al cerrar la puerta dio un portazo fuerte, enérgico, y al darse cuenta que fue excesivo se excusó:
- Creí que había que golpearlafuerte, como a los autos de antes.
- Bueno, nunca está de más, es peor que quede mal cerrada -comentó Mariano, y observó a la anciana de reojo. ¿De dónde había sacado tanta fuerza aquella vieja? Despuésde un rato de marcha le preguntó:
- ¿A dónde va, señora?
- A donde quiero. Dígame usted, ¿siempre levanta extraños en los caminos? Puede ser peligroso.
- Claro que es peligroso, normalmente no lohago, pero como usted es una persona de avanzada edad…
- ¿Cree que no soy peligrosa por ser una vieja? -la vieja hizo la pregunta con un tono desafiante.
- No quise ofenderla, señora. Quise decir...
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