La Aldea
A derecha e izquierda se miran las haciendas con sus techos de paja o de ladrillo, con sus muros llenos de vigas exteriores,con sus hierbecillas verdes, con sus manzanos plantados aquí y allá, como al azar, y con sus cercas vivas en donde los pollos recién nacidos van a buscar abrigo durante las horas terribles del calor; de tiempo en tiempo se mira una casa particular ornada de un corto graderío, decorada por grandes persianas de colores y rodeada de matorrales de rosas.
Pero marchad aún: el camino desciende delantede vosotros y pronto llegaréis a un bosque de encinas y de avellanos, frente al cual se yerguen algunos pinos enormes, que se destacan, con su ramaje verde-claro, sobre el cielo azul y sobre el mar oscuro, dando a ese paisaje de Normandía un aspecto napolitano.
Al salir del bosque os encontráis frente a un campo de trigo bordeado, a la derecha, por una hondonada ancha, profunda, llena de arbustosvigorosos y matizada de retamas y de amapolas. Atravesad ese campo, llegad hasta la casa del aduanero y veréis la senda de abrojos, tallada en la roca, formando un tirabuzón sólo practicable para los que van a pie, parecida a los Pirineos y a las montañas de Suiza; senda abrupta que conduce al mar, y cuya parte final es tan estrecha, tan inverosímil, que parece abierta por la mano del hombre. Laplaya de arena es dulce y hermosa, a la hora en que baja la marea, como una alfombra de terciopelo; el horizonte es inmenso; la soledad es completa.
Ese conjunto pintoresco, salvaje, perfumado y silencioso, tiene para todos los ojos el encanto de la belleza... Para mí tiene además el de ser el sitio donde vi la cosa más admirable del mundo.
El deseo impaciente de haceros conocer camino tan raro ymar tan soberbia, me ha hecho olvidar la iglesia de arquitectura romana que domina, por el oeste, las alturas.
Al volver, teniendo que caminar más despacio por la inclinación del terreno, podemos ver una casa situada más allá de la iglesia. Dicha casa, que no tiene sino dos pisos, es cuadrada; está expuesta a los cuatro vientos y rodeada de jazmines, de madreselvas, de aristoloquias y deenredaderas. En medio del jardín y en frente de la puerta principal, hay una alameda de álamos de Virginia cuyas ramas forman una bóveda sombría, gracias a la inteligencia y a la voluntad del jardinero. El resto del jardín está lleno de manzanos, de guindos, de rosales, de yucas siempre florecientes (argumento poderoso en favor de esas tierras tan calumniadas) y de fresales cuyos frutos encarnadosguarnecen las orillas de los senderos hasta fines de septiembre.
La casa es mucho más espaciosa de lo que se figuran los viajeros al verla desde el camino. Su interior es sencillo pero confortable; yo he tenido ocasión de ver el comedor, amueblado a la inglesa, y la sala, tapizada de telas persas, llena de ricos muebles, de jardineras floridas y de estuches de costura que indican la presencia de la...
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