La Amortajada

Páginas: 63 (15693 palabras) Publicado: 9 de diciembre de 2012
La amortajada
Y luego que hubo anochecido, se le entreabrieron los ojos. Oh, un poco, muy poco.
Era como si quisiera mirar escondida detrás de sus largas pestañas. A la llama de los altos cirios, cuantos la velaban se inclinaron, entonces, paraobservar la limpieza y la transparencia de aquella franja de pupila que la muerte no habialogrado empañar. Respetuosamente maravillados se inclinaban,sin saber que Ella los veía.Porque Ella veía, sentía. Y es así como se ve inmóvil, tendida boca arriba en el amplio lecho revestido ahorade las sábanas bordadas, perfumadas de espliego, —que se guardan siempre bajo llave— y se
ve envuelta en aquel batón de raso blanco que solía volverla tan grácil.Levemente cruzadas sobre el pecho y oprimiendo un crucifijo, vislumbra sus manos;sus manos que hanadquirido la delicadeza frívola de dos palomas sosegadas. Ya no le incomoda bajo la nuca esa espesa mata de pelo que durante su enfermedad
se iba volviendo, minuto por minuto, más húmeda y
más pesada.Consiguieron, al fin, desenmarañarla, alisarla, dividirla sobre la frente.Han descuidado, es cierto, recogerla.Pero ella no ignora que la masa sombría de una cabellera desplegada presta a todamujerextendida y durmiendo un ceño de misterio, un perturbador encanto. Y de golpe se siente sin una sola arruga, pálida y bella como nunca.La invade una inmensa alegría, que puedan admirarla así, los que ya no larecordaban sino devorada por fútiles inquietudes, marchita por algunas penas y el airecortante de la hacienda. Ahora que la saben muerta, allí están rodeándola todos.Está su hija, aquellamuchacha dorada y elástica, orgullosa de sus veinte años, que
sonreía burlona cuando su madre pretendía, mientras le enseñaba viejos retratos, quetambién ella habia sido elegante y graciosa. Están sus hijos, que parecían no quererreconocerle ya ningún derecho a vivir, sus hijos, a quienes impacientaban sus caprichos,a quienes avergonzaba sorprenderla corriendo por el jardín asoleado; sus hijos ariscosalmenor cumplido, aunque secretamente halagados cuando sus jóvenes camaradasfingían tomarla por una hermana mayor.

31
Están algunos amigos, viejos amigos que parecían haber olvidado que un día fuéesbelta y
feliz.Saboreando su pueril vanidad, largamente permanece rígida, sumisa a todas lasmiradas, como desnuda a fuerza de irresistencia.El murmullo de la lluvia sobre los bosques y sobre lacasa la mueve muy pronto aentregarse cuerpo y
alma a esa sensación de bienestar y melancolía en que siempre laabismó el suspirar del agua en las interminables noches de otoño.La lluvia, cae, fina, obstinada, tranquila. Y ella la escucha caer. Caer sobre lostechos, caer hasta doblar los quitasoles de los
pinos, y los anchos brazos de los cedrosazules, caer. Caer hasta anegar los tréboles, y borrarlos senderos, caer.Escampa, y ella escucha nítido el bemol de lata enmohecida que rítmicamente el
viento arranca al molino. Y cada golpe de aspa viene a tocar una fibra especial dentro desu pecho amortajado.Con recogimiento siente vibrar en su interior una nota sonora y grave que ignorabahasta ese día guardar en sí.Luego, llueve nuevamente. Y la lluvia cae, obstinada, tranquila. Y ella laescuchacaer.Caer y
resbalar como lágrimas por los vidrios de las ventanas, caer y agrandar hastael horizonte las lagunas, caer. Caer sobre su corazón y empaparlo, deshacerlo delanguidez y de tristeza.Escampa, y
la rueda del molino vuelve a girar pesada y
regular. Pero ya noencuentra en ella la cuerda que repita su monótono acorde; el sonido se despeña ahora,sordamente, desde muy alto, como algotremendo que la envuelve y la abruma. Cadagolpe de aspa se le antoja el tic-tac de un reloj gigante marcando el tiempo bajo lasnubes y sobre los camposNo recuerda haber gozado, haber agotado nunca, así, una emoción.Tantos seres, tantas preocupaciones y
pequeños estorbos físicos se interponíansiempre entre ella y el secreto de una noche. Ahora, en cambio, no la turba ningúnpensamiento inoportuno....
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