la apologia de socrates
APOLOGIA DE SÓCRATES
17a
18a
d
c
b
No sé, atenienses, la sensación
que habéis experi mentado por las
palabras de mis acusadores. Cierta
mente, bajo su efecto, incluso yo
mismo he estado a punto de no
reconocerme; tan persuasivamente
habla ban. Sin embargo, por así
decirlo, no han dicho nada
verdadero. De las muchas mentirasque han urdido, una me causó
especial extrañeza, aquella en la que
de cían que teníais que precaveros
de ser engañados por mí porque,
dicen ellos, soy hábil para hablar. En
efec to, no sentir vergüenza de que
inmediatamente les voy a contradecir
con la realidad cuando de ningún
modo me muestre hábil para hablar,
eso me ha parecido en ellos lo másfalto de vergüenza, si no es que
acaso éstos llaman hábil para hablar
al que dice la verdad. Pues, si es
eso lo que dicen, yo estaría de
acuerdo en que soy orador, pero no
al modo de ellos. En efecto, como
digo, éstos han dicho poco o nada
verdadero. En cambio, vosotros vais
a oír de mí toda la verdad;
ciertamente, por Zeus, atenienses,no oiréis bellas frases, como las de
éstos, adornadas cuidadosamente
con expresiones y vocablos, sino
que vais a oír frases dichas al azar
con las palabras que me vengan a la
boca; porque estoy seguro de que
es justo lo que digo, y ninguno de
vos otros espere otra cosa. Pues,
por supuesto, tampoco sería
adecuado, a esta edad mía,presentarme ante vos otros como un
jovenzuelo que modela sus
discursos.
Además
y
muy
seriamente, atenienses, os suplico y
pido que si me oís hacer mi defensa
con las mismas expre siones que
acostumbro a usar, bien en el ágora,
encima de las mesas de los
cambistas, donde muchos de vos
otros me habéis oído, bien en otras
partes, que no os cause extrañeza,
ni protestéis por ello. En efecto, la
situación es ésta. Ahora, por primera
vez, comparezco ante un tribunal a
mis setenta años. Simplemente, soy
ajeno al modo de expresarse aquí.
Del mismo modo que si, en realidad,
fuera extranjero me consentiríais,
por supuesto, que hablara con el
acento y manera en los que me
hubiera educado, también ahora os
pido como algo justo, según me
parece a mí, que me permitáis mi
ma nera de expresarme quizá
podría ser peor, quizá mejor y
consideréis y pongáis atención
solamente a si digo cosas justas o
no. Éste es el deber del juez, el del
orador, decir la verdad.Ciertamente,
atenienses, es justo que yo me
defienda, en primer lugar, frente alas primeras acusaciones falsas
contra mí y a los primeros
acusadores; después, frente a las
últimas, y a los últimos. En efecto,
desde antiguo y durante ya muchos
años, han surgido ante vosotros
muchos acusadores míos, sin decir
verdad alguna, a quienes temo yo
más que a Ánito y los suyos, aun
siendo también éstos temibles. Pero
lo son más, atenienses, los que
tomándoos a muchos de vosotros
desde niños os persuadían y me
acusaban mentirosamente, diciendo
que hay un cierto Sócrates, sabio,
que se ocupa de las cosas celestes,
que investiga todo lo que hay bajo la
tierra y que hace más fuerte el
argumento más débil. Éstos,
atenienses, los que han extendido
esta fama, son los temiblesacusadores míos, pues los oyentes
consi deran que los que investigan
eso no creen en los dioses. En
efecto, estos acusadores son
muchos y me han acu sado durante
ya muchos años, y además hablaban
ante vosotros en la edad en la que
más podíais darles cré dito, porque
algunos de vosotros erais niños o
jévenes y porque acusaban in
absentia, ...
Regístrate para leer el documento completo.