La Avalancha
Se perfilaba un duelo a muerte entre quienes apoyaban a los invasores y quienes los acusaban. Los acusaban. Los invasores eran cada vez mas numerosos con las nuevas oleadas contratadas para la construcción de la torre. No sólo eran más sino que se habían hecho dueños del barrio, de las calles y los edificios.
Eran ellos quienes ahora contrataban a los nativos,utilizándolos como mano de obra barata. Los terrenos, fincas, los centros de diversión eran propiedades codiciadas por los invasores. La Mano Negra controlaba el mercado de todo cuanto se vendía en el Pequeño Haití. Los vecinos eran discriminado y expulsados del territorio, del barrio, hacia el desierto y el mar. Los magnates se paseaban con pistolones y en las esquinas comentaban públicamente los grandesbeneficios del negocio.
Carina decidió encerrarse en su casa como en una torre de marfil para no contaminarse en el Petit Haití. Poco a poco se fue alejando de la gente, jamás visito las calles tomadas de haitianos y no volvió a la joyería.
La decisión cuando un día sorpresivamente escucho a su marido dándole buenas razones para negociar con los haitianos, algo que para ella era impensable. Elmundo se va acabar, se dijo. No se sabe quien es quien.
El joyero había cambiado. Le propuso algo increíble. Por qué no combatimos al enemigo ganándonoslo. Hay muchos ricos que vienen de Haití a llevarse camiones completos de mercancía. Los almacenistas de los alrededores del mercado están haciendo su agosto con ellos, les venden tres veces más caro. Una fila de camiones sale diariamenterepletos de sacos de arroz, cajas de arenque, fundas de espagueti. ¿Por qué no con las mejores prendas de la mejor joyería de la capital desde hace más de sesenta años?
Desde ese momento el joyero estaba a la espera de la oportunidad. Un grupo de magnates haitianos iba a tomarlo en cuenta en los millonarios negocios que hacían en los almacenes de chinos, árabes, y españoles que se multiplicaron enel Petit Haití, importando paños y todo tipo de baratijas y cargando con los mejores productos del mercado. Él no iba a seguir siendo un pendejo; el único pendejo del lugar.
La joyería había cambiado de línea y de clientela. Vendía a quien comprara en el ramo de las prendas, fiel siempre a la tradición de Dinápole Paredes. Pero, debía atender la demanda. Si diamante, diamante. Si de oropel yfantasía, poco importaba. Si collares de coral o ámbar, de conchas, hueso y otras baratijas, pues a vender baratijas.
Carina, desesperada de esperar que los acontecimientos del Petit Haití tomaran otro curso, esperó que sucedieran cosas que no sucedieron.
La vendedora de flores la puso en mano de una conocida santera experta en mal de ojos, hechizos y maldiciones inapelables. Carina fue a lacita una y otra vez, dio el nombre de su enemiga, lanzó imprecaciones e improperios al conjuro de oraciones a San Elías San Miguel y San Antonio, pero nada de eso funcionó. Se quedó esperando el sortilegio maldito.
Esperó que su querido hermano el Ingeniero renunciara a la relación indignante con la cada vez más dominante Irena, pero el hombre estaba como embrujado. La había echado algún vudúque lo mantenía a la falda de esa mujer. Era una idea fija que ella daba cada vez más como una evidencia. Sabía del juego que el ingeniero tenía con la haitiana. La llevaba a todas partes, presentándola como su esposa y como una arquitecta, una colega haitiana, hija de un gran arquitecto haitiano, muy conocido en París, donde residía.
Se daba cuenta de que la millonaria inversión en la fronteraera un cuento. Pero, lo que la tenia más inquieta hasta el punto de perder toda esperanza de separar a la haitiana de su hermano eran los paseos diarios que ellos daban por el barrio y las repetidas distinciones que hacía a la mujer, a quien había comprado un carro nuevo del año.
A veces el desaliento con respeto a las relaciones le hacía considerar la posibilidad de que la aceptara en la...
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