La biblia de barro

Páginas: 835 (208733 palabras) Publicado: 30 de enero de 2011
LA BIBLIA DE BARRO
Julia Navarro Primera edición: marzo, 2005 Segunda edición: abril, 2005 Tercera edición: abril, 2005 (c) 2005, Julia Navarro (c) 2005, Random House Mondadori, S. A. Travessera de Grácia, 47-49. 08021 Barcelona Printed in Spain - Impreso en España ISBN: 84-01-33551-5 Depósito legal: M. 17.143-2005 Fotocomposición: Fotocornp/4, S. A. Impreso en Mateu Cromo Ctra. de Fuenlabrada,s/n (Madrid)

Para Fermín y Alex, siempre, y para mis amigos, los mejores que se puedan soñar

1

Llovía sobre Roma cuando el taxi se detuvo en la plaza de San Pedro. Eran las diez de la mañana. El hombre pagó la carrera y sin esperar el cambio, apretando bajo el brazo un periódico, se acercó con paso muy vivo hasta el primer control en el que rutinariamente se comprobaba si los visitantesentraban en la basílica correctamente vestidos. Nada de pantalones cortos, minifaldas, tops o bermudas. Ya en el interior del templo, el hombre ni siquiera se detuvo ante la Piedad de Miguel Ángel, la única obra de arte que entre las muchas que atesora el Vaticano lograba conmoverle. Dudó unos segundos hasta orientarse y después se dirigió hacia los confesionarios, donde a esa hora sacerdotes dedistintos países escuchaban en su lengua materna a fieles llegados de todas partes del mundo. De pie, apoyado en una columna, aguardó impaciente a que otro hombre acabara su confesión. Cuando le vio levantarse, se dirigió hacia el confesionario. Un letrero informaba de que aquel sacerdote ejercía su ministerio en italiano. El sacerdote esbozó una sonrisa al contemplar la figura enjuta de aquelhombre enfundado en un traje de buen corte; tenía el cabello blanco cuidadosamente peinado hacia atrás y el ademán impaciente de quien está acostumbrado a mandar. -Ave María Purísima. -Sin pecado concebida. -Padre, me acuso de que voy a matar a un hombre. ¡Que Dios me perdone!

Tras decir estas palabras, el anciano se incorporó y, ante los ojos atónitos del sacerdote, se perdió veloz entre elenjambre de turistas que abarrotaban la basílica. Junto al confesionario, tirado en el suelo, dejó un periódico arrugado. El religioso tardó unos minutos en recuperarse. Otro hombre se había arrodillado y le preguntaba impaciente: -Padre, padre..., ¿se encuentra bien? -Sí, sí... no, no... perdone... Salió del confesionario y recogió el periódico. Recorrió con la mirada la página en la que estabaabierto: concierto de Rostropovich en Milán; éxito de taquilla de una película sobre dinosaurios; congreso en Roma de arqueología con la participación de reputados profesores y arqueólogos: Clonay, Miller, Smidt, Arzaga, Polonoski, Tannenberg, apareciendo este último nombre rodeado por un círculo rojo... Dobló el periódico y, con la mirada perdida, abandonó el lugar, dejando con la palabra en la boca aaquel hombre que seguía de rodillas esperando para confesar sus pecados y penas. * * * -Quiero hablar con la señora Barreda. -¿De parte de quién? -Soy el doctor Cipriani. -Un momento, doctor. El anciano se pasó una mano por el cabello y sintió un ataque de claustrofobia. Respiró hondo intentando tranquilizarse, mientras dejaba vagar la mirada por aquellos objetos que le habían acompañado en losúltimos cuarenta años. Su despacho olía a cuero y a tabaco de pipa. Sobre su mesa reposaba un marco con dos fotos, la de sus padres y la de sus tres hijos. Había colocado la de sus nietos sobre la repisa de la chimenea. Al fondo, un sofá y un par de sillones de oreja, una lámpara de pie con tulipa color crema; los estantes de caoba que recubrían las paredes y albergaban miles de libros, las alfombraspersas... aquél era su despacho, estaba en su casa, tenía que tranquilizarse. -¡Carlo! -Mercedes, ¡le hemos encontrado! -Carlo, ¿qué dices?... La voz de la mujer delataba mucha tensión. Parecía desear y temer, con igual intensidad, la explicación que estaba a punto de escuchar. -Entra en internet, busca en la prensa italiana, en cualquier periódico, en las páginas de cultura, ahí está. -¿Estás...
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