la bocina de pera

LA BOCINA DE PERA

Danilo Laya

2012

Dedico este relato, con especial afecto, a Armando Sigifredo, Clara Isabel, Armando Roberto y Gibrán David, quienes pudieron haber sido sus coautores junto conmigo

I

Cuando llegó el autobús escolar a recoger a mi nieto esta mañana y sonó su moderna bocina eléctrica indicando su arribo, sentí que su estridente sonido lastimaba mi espíritu. Y, talvez, no es que haya sido tan estridente ese sonido, sino que me dejé tomar por la nostalgia por tiempos ya idos hacía tanto, cuando el autobús que me buscaba a mí de niño también anunciaba su llegada con un toque de bocina, pero de bocina de aire de pera de goma, con su sonido alegre, perteneciente a un romántico autobús de múltiples toques y partes de madera pulida. Y alcé la mirada por encimadel portal que conduce al jardín, hacia ese trozo de pared donde ella, con su pera negra y su corneta en forma de trompeta dorada, duerme desde hace tantos años en su pequeña vitrina colgada en la pared. Y allí ha pasado inadvertida a través del tiempo, tal vez porque la gente que atraviesa el portal no ve hacia arriba o porque les da vergüenza comentarme que tengo un sentido extraño de ladecoración; ¿a quién se le ocurriría decorar la pared con un objeto antiguo y fuera del común, metido en una caja de cristal y madera como en un museo? Pero si preguntaran, acaso querrían saber cómo fue que la obsoleta bocina del autobús escolar de mi niñez terminó formando parte de mi hogar y cómo ocurrió que terminara siendo, para mi mujer y yo, más valiosa que pieza de colección.




II

A misocho años de edad, mi sueño era poder oprimir aquella pera de goma y poder sacarle a la corneta dorada los mismos sonidos y con las mismas cadencias que le sacaba el conductor cuando íbamos camino al colegio o de vuelta a casa. Pero nunca pude reunir el coraje suficiente para pedirle que me dejara tocarla; tocarla habría sido para mí un estallar de felicidad. Estaba colocada al lado delconductor, pero del lado afuera del autobús. Yo lo miraba sacar su mano izquierda por la ventanilla y alcanzar la pera, y el que el conductor pudiera hacer aquello me parecía un privilegio fuera de este mundo. A veces oprimía la pera una sola vez, pero otras repetía su acción dos y tres veces en sucesión, y, aún en otras ocasiones, la oprimía una y mil veces haciendo pausas, variando la duración y elnúmero de los sonidos en encantadoras secuencias. A mi juicio de entonces, el conductor estaba tan fascinado con su bocina como estaba yo; me parecía que por eso la sonaba con tanta frecuencia y en tan variadas formas según la ocasión o su estado de ánimo, por el sólo placer de oírla. Si un pájaro se ponía a volar delante del autobús, le sonaba la bocina usando alguna de sus secuencias de sonidos paraque se apartara, como si el ave fuese tan tonta como para dejarse atropellar. Si por alguna acera caminaba alguno de sus conocidos, aunque éste no estuviese mirando en su dirección, le sonaba la bocina en señal de saludo con alguna otra combinación de toques. Si se acercaba a un cruce de calles, la sonaba con cadencia de advertencia, a pesar de que fuera evidente que ningún vehículo venía. Para mí,en todo caso, era una bendición oírlo tocar aquel instrumento maravilloso tantas veces, mientras hacíamos el recorrido.

III

Cuando llegó el momento de iniciar la escuela secundaria, mi dignidad ya no me permitió usar un transporte escolar. Decidí que me había llegado la hora de caminar, cada mañana, el medio kilómetro hasta la parada del tranvía que pasaba cerca de mi nuevo colegio. Y fueasí como el recuerdo del autobús con sus partes y toques de madera pulida y su bocina maravillosa de pera empezó a quedar atrás. También caí bajo el hechizo del sonido de las campanas del tranvía, pero no al punto de quererlas tocar; y es que sin darme cuenta apenas, la magia y la inocencia de la niñez para convertir las simples cosas cotidianas en eventos celestiales se fue desvaneciendo...