la bruja
German Castro Caycedo
La Bruja
(Coca, Politica Y Demonio)
A Gloria Inés
1
Aquel martes vi por última vez a monseñor. Debía ser enero. Él salió a despedirse y alguien le alcanzó un paño negro para que se protegiera del frío que anuncia el comienzo de la noche en los meses de sequía. El obispo era un octogenario alto y delgado, penetrante, autoritario.Cuando nos pusimos en movimiento, se abrigó mejor y levantó la mano. La dejó arriba unos segundos y trazó una cruz con la punta de los dedos.
Aun cuando se había retirado de la diócesis, monseñor Alfonso Uribe Jaramillo continuaba luchando contra Satanás: exorcizaba, sanaba, expulsaba espíritus, liberaba. Ahora, a comienzos del Siglo, bajo un cielo de satélites colocados por el hombre, más alládel láser y del internet, él había resuelto plantarse frente al "enemigo", orando, conjurando el maleficio, pronunciando aquellos salmos que hacían encorvar a la gente "y escupir gusanos, azotarse contra las paredes, destrozar con una fuerza sobrenatural lo que alcanzaran. Es que, escúcheme: en ese trance las gentes blasfeman con voces que no son las suyas, y luego... Luego se quedan en silencio:la boca reseca y la respiración agitada, con esa mirada calma que da la liberación, sepultadas en un silencio que sobrecoge", dice descargando su cuerpo en una silla con un crujido de astillas que parte de su cintura.
Cuando el auto salió del bosque de sauces atardecía pero aún estaba allí, lleno de luz, ese verde malva de las colinas, divididas ahora en parcelas con sus prados recién hechos.Las divisiones de alambre de espinas que se levantaban un par de décadas atrás fueron remplazadas por postes de madera aserrada y pintada cuidadosamente, por vallas de acero o por murallas de piedra talladas y acomodadas con una simetría apestosa, sin pátina, sin pasado. La arquitectura de los narcotraficantes parte de casas antiguas remodeladas con tejas nuevas de barro y techos de acrílicoahumado, macetas con flores y autos color rosa sobre cuyo esmalte chocaban los últimos rayos del sol.
"Busca a Amanda. Búscala porque ella fue una bruja avezada... Saca unos minutos libres y escúchala". Monseñor hablaba en voz baja y entrelazaba los dedos, largos y delgados, frente a un crucifijo de plata que le colgaba del cuello.
Y Amanda era un torbellino. Alta, con la cara morena y redonda,con el pelo cortado a la altura de las orejas y cuando hablaba, increíble: lograba llevar dos relatos simultáneamente. Y actuaba. Tenía una capacidad histriónica insuperable. Era pobre, sobreprotectora, desprendida y frentera, como se dice ahora. Cuando había que "braviar", "braviaba". Y rezaba al despertar, al saltar de la cama, antes de besar a Víctor Manuel, su marido, al abandonar la casa,al entrar en la oficina, al encender el primer cigarrillo... Si las cosas estaban difíciles, se confesaba por teléfono con el padre Roldan o con el padre Puentes, "O, ¿sabes? Con este cura nuevo de San Ignacio que es un verraco. Un-ve-rra-co, ¿me oíste?"
Amanda nació en Fredonia, un pueblo cafetero que por las mañanas se arropa con la niebla porque está encaramado en lo alto de los Andes, alpie de Combia, un cerro vertical y erguido como las murallas de los narcos.
Ella lo describe así:
Un pueblo alegre con calles de montaña rusa. Es una escalera, pero una escalera llena de música. Y la plaza: la plaza está en el punto clave de la escalera: arriba y en el centro, ¿sabes? Desde siempre, la plaza y sus alrededores estuvieron ocupados por las familias importantes, es decir, por lasmás ricas y las más blancas. Las casas son antiguas, arquitectura de la Colonia española. Cuando comenzó todo éste tinglado, allí estaban la mansión de los Velásquez Aristizábal, la de los Restrepo Barrientos, la de los Barrientos Vélez, la de los Arango Jaramillo, la de las Ángel Restrepo, la de los Correa Henao, la de los Posada Trujillo, la de los Correa Cadavid, la de los Bermúdez Díez,...
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