la cabaña
Yo no le podía sacar los ojos de encima al Buitre. Él no hablaba con nadie, ni siquiera con los chupamedias de Gimnasia que seacercaron a saludarlo; les dio la mano y nada más. De los nuestros no se le arrimó ninguno. Yo estaba seguro de que francisco, cada segundo que pasaba, repetía en su cabeza cuadrada y brillante de gel los veintinueve penales que, convencido de que eran, había cobrado a favor nuestro. Veintinueve penales que fueron gol, veintinueve penales que el Arturo inventó y que francisco compró de buena fe.Aunque después, la tele y los cronistas se cansaron de demostrar que ni uno solo de los veintinueve fue penal. Y así, como si se ensañaran con él, los programas de fútbol, los noticieros y hasta los de chimentos expusieron impunemente los mejores trucos del Arturo y su arte para el engaño. Y demostraron que inventar penales era lo único que el Arturo sabía hacer dentro una cancha de fútbol, porquedespués ni un lateral como la gente le salía.
Esa tarde le cambió la vida a los dos, desde entonces ya nadie le cobraba penales Arturo , ni los que eran. En cuatro partidos perdió la titularidad y con el tiempo apenas lo usaban para que entrara en el final, cuando había que hacer tiempo nomás. Arturo , en cambio, lo pararon una fecha (primera y única sanción que recibió en su carrera) y esecastigo le provocó tal depresión que a los pocos días se lesionó entrenando. A mí también me costaba creerlo pero en la tele un especialista dijo que estas cosas suceden. Y así se la pasó el Buitre estos dos años: lesionado por estar deprimido y deprimido por estar lesionado. Al principio los cronistas no lo dejaban ni a sol ni a sombra, lo perseguían tratando de arrancarle una declaración, algo; justoa él que parecía tenerle fobia a los micrófonos. Sólo una vez saliendo de la A.F.A. los enfrentó a todos y se limitó a decir: “Yo vi penal”. “¿Las veintinueve veces?”, saltaron a preguntarle casi al unísono, algunos con sorna, otros incrédulos. “Yo vi penal”, repitió francisco y se fue sin volver a hablar con la prensa.
Y ahí estaba él, a punto de hacer sonar el silbato después de tanto tiempo....
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