la carcel la 40
En principio, era una residencia campestre propiedad del general Juan Tomás Díaz, situada en las afueras de Ciudad Trujillo. Pero las apetencias desbordadas del Rafael Leonidas Trujillo Molina, hicieron que su propietario "cediera" al tirano esta casa que fue convertida de golpe y porrazo, en uno de los más temidos, terribles y odiados centros de torturas.
La40, llamada así por estar localizada en la calle del mismo nombre en lo que hoy es parte de la barriada de Cristo Rey, fue testigo mudo de los horrorosos, refinados y avanzados métodos de tortura para arrancar confesiones, muchas veces hechas para evitar que se siguiera aplicando el castigo, se constituyó en una especie de leyenda funesta para la nación.
Quienes estaban a cargo de suministrarlas torturas eran oficiales allegados al "jefe" y su hijo Ramfis, así como algunos amigos desaprensivos y degenerados que descargaban sus frustraciones en ese antro de maldad y opresión. "El que entra en la 40, sale loco o sale muerto" era la frase que se comentaba soterradamente en la población.
Y así, centenares de hombres, mujeres y niños penetraron a ese suplicio para no reaparecer jamás.Miles de ciudadanos caminaron por sus pasillos rumbo a las celdas y a las torturas que se aplicaban más allá de la última puerta, situada al final de un tétrico corredor de muerte por donde la tiranía trujillista hacía transitar a sus víctimas, hasta el camino final: la muerte, llamada Maru-Maur por sus inquilinos en referencia a una novela de moda en la época.
La cárcel de la 40, algo quesolo puede concebir la ficción novelística más desgarradora, fue un antro de torturas que en República Dominicana que operó bajo la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo, a partir de 1955, manejado por gente a la que la castración política y moral le definiría como "pobres diablos". Allí convergía y se sintetizaba el trabajo del vasto esqueleto represivo dirigido por Johnny Abbes García –el temido jefedel Servicio de Inteligencia Militar (SIM)-, quien tenía su escritorio en la principal caseta destinada a la tortura.
"Pobres diablos"
Era un trabajo que iniciaba por la labor de un cuerpo de soplones pertenecientes a todas las escalas sociales, a quienes les competía informar de cualquier movimiento raro. De inmediato, entraban en acción los responsables de verificar, en el terreno, lasituación informada. Detectada la naturaleza "conspirativa", se daba paso a los equipos de "esbirros" montados en pequeños Volkswagen (carritos cepillos), con dotación de armas cortas y largas, cuya especialidad era robarse a la persona denunciada.
Al menos así lo relata el doctor Rafael Valera Benítez, en su obra "Complot Develado", quien describe que esa tarea era desarrollada en horas de lamadrugada mediante una operación relámpago en los domicilios o algún sitio discreto, después de que la víctima era seguida con toda parsimonia.
Y cuando la actuación discreta era la regla recomendada, no excluía el asalto violento. Esos equipos patrullaban todo el país, región por región, a base de un cuadro de personal con turnos rotativos, y cada carrito era dotado de un transmisor queremitía a la estación central situada en la 40.
De esa forma, el ruido de los motores de los "cepillos", había convertido la presencia de los pequeños carritos en un esmerado ritual terrorífico que hacía cundir el pánico por doquier. Una vez en el palacio de los suplicios, el cautivo era fichado, se dilucidaban las implicaciones políticas y si procedía o no una acción represiva.
Por supuestoque, según los relatos de Valera Benítez - quien estuvo recluido en la cámara de torturas-, ese tipo de evaluadores jurídicos no tenían nada que ver con los soplones que se trasladaban al terreno de los hechos después de una confidencia, lo que no significaba que esos abogados no pusieran su granito de arena en la labor de extracción de confesiones, "y se unían al coro de torturadores haciendo uso...
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