La Caridad Nunca Deja De Ser
Thomas S. Monson
En vez de ser prejuiciosos y críticos los unos de los otros, ruego que tengamos el amor puro de Cristo hacia nuestros compañeros de viaje en esta jornada por la vida.
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Comienzo con una breve anécdota que ilustra un punto que quisiera exponer.
Lisa y John, una pareja joven, se mudaron a un nuevo vecindario. Una mañana,mientras desayunaban, Lisa miró por la ventana y observó cómo la vecina de al lado colgaba la ropa lavada.
“¡Esa ropa no está limpia!”, exclamó Lisa. “¡Nuestra vecina no sabe cómo lavar la ropa!”
John continuó observando pero permaneció en silencio.
Cada vez que su vecina colgaba la ropa lavada para que se secara, Lisa hacía los mismos comentarios.
Algunas semanas después, Lisa se sorprendió almirar por la ventana y ver ropa lavada, prolija y limpia, que colgaba en el patio de la vecina. Le dijo a su esposo: “¡Mira, John, finalmente ha aprendido a lavarla bien! Me pregunto cómo lo hizo”.
John respondió: “Bien, yo te contestaré, querida. Quizás te interese saber que esta mañana me levanté temprano y lavé nuestras ventanas”.
Esta noche quisiera compartir con ustedes algunas ideasconcernientes a cómo nos vemos los unos a los otros. ¿Miramos por una ventana que debe limpiarse? ¿Juzgamos a pesar de no conocer todos los hechos? ¿Qué vemos cuando miramos a otras personas? ¿Qué juicios emitimos sobre ellas?
Dijo el Salvador: “No juzguéis” 1 . Continuó: “Y ¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, mas no te fijas en la viga que está en tu propio ojo?” 2 . Parafraseando:¿Por qué miras lo que crees que es ropa mal lavada en la casa de tu vecina, mas no te fijas en la ventana sucia de tu propia casa?
Ninguno de nosotros es perfecto. No sé de nadie que profesaría serlo. Y sin embargo, por alguna razón, a pesar de nuestras propias imperfecciones, tenemos la tendencia de hacer notar las de otras personas. Emitimos juicios concernientes a sus acciones o inacciones.
Enverdad no hay modo en que podamos conocer el corazón, las intenciones o las circunstancias de alguien que podría decir o hacer algo para lo cual hallemos razones para criticar. Por ello el mandamiento: “No juzguéis”.
En esta conferencia general se cumplen cuarenta y siete años de que se me llamó al Quórum de los Doce Apóstoles. En ese momento, prestaba servicio en uno de los comités generales delsacerdocio de la Iglesia así que, antes de que se presentara mi nombre, me senté con los otros miembros de dicho comité del sacerdocio, como se esperaba que hiciera. Mi esposa, no obstante, no tenía idea de adónde ir ni nadie con quien sentarse; de hecho, no podía hallar asiento en ninguna parte del Tabernáculo. Una querida amiga nuestra, quien era miembro de una de las mesas de organizacionesauxiliares y estaba sentada en el área designada para los integrantes de éstas, le pidió a la hermana Monson que se sentara con ella. Esta mujer no sabía nada sobre mi llamamiento, el cual se anunciaría en breve; pero vio a la hermana Monson, reconoció su consternación y le ofreció gentilmente un asiento. Mi querida esposa se sintió aliviada y agradecida por este amable gesto. Al sentarse, sinembargo, oyó un fuerte murmullo detrás de sí conforme una de las miembros de la mesa expresaba su desagrado a quienes le rodeaban porque una de sus compañeras tuviera la audacia de invitar a una “extraña” a sentarse en el área reservada sólo para ellas. No había excusa para su conducta desconsiderada, sin importar a quién se hubiera invitado a sentarse allí. Sin embargo, me imagino cómo se habrásentido esa mujer cuando se enteró que la “intrusa” era la esposa del apóstol más nuevo.
No sólo tendemos a juzgar las acciones y palabras de los demás, sino que muchos de nosotros juzgamos las apariencias: la ropa, el cabello, el tamaño. La lista podría ser interminable.
Hace muchos años se publicó en una revista nacional un clásico relato sobre el juzgar por las apariencias. Es una historia...
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