La Carne De René
LA CARNE DE RENÉ
1ª edición: noviembre 2000
© Herederos de Virgilio Piñera, 2000
Diseño de la colección: Guillemot-Navares
Reservados todos los derechos de esta edición para
Tusquets Editores, S.A. - Cesare Cantù, 8 - 08023 Barcelona
ISBN: 84-8310-150-5
Depósito legal: B. 41.834-2000
Fotocomposición: Foinsa - Passatge Gaiolà, 13-15 - 08013 Barcelona
Impreso sobrepapel Offset-F Crudo de Papelera del Leizarán, S.A. - Guipúzcoa
Liberdúplex, S.L. - Constitución, 19 - 08014 Barcelona
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Índice
Encuentro en la carnicería 6
Pro carne 12
La causa 17
El cuerpo humano 23
El servicio del dolor 31
Hágase la carne 41
La carne de René 55
La carne chamuscada 73
La carne perfumada 83
La carne de gallina 97
El rey de la carne 108
Labatalla por la carne 124
Tierna y jugosa 138
Encuentro en la carnicería
La carnicería La Equitativa es, como otros tantos expendios del ramo, un establecimiento nada llamativo, pero hoy, en contraste con la plácida tarde reinante, parece una fortaleza sitiada. Si en sus inmediaciones todo es calma, en ella todo es desasosiego. Sin tregua la marea humana sigue afluyendo. Ya forma una cola demás de una cuadra.
Esta excitación que toca las lindes de la histeria se debe a la venta libre de carne. El público podrá comprar toda la falda, el jarrete, el boliche, bistés y costillas que desee; el de un gusto más exigente adquirirá hermosas masas de cerdo o delicadas piernas de cordero. En ese sentido se ha dado carta blanca por esta tarde y todos están dispuestos a proporcionarse la carneque necesitan.
Un pueblo sometido al racionamiento no tiene que dar muestras de cordura si, como ahora ocurre, hay venta libre de carne. El hecho de privarse de ella día tras día lo ha llevado a la falsa creencia de que en breve serán víctimas de la inanición. «¿Qué va a ser de nosotros?» Y así pasan su vida discurriendo los medios de procurarse carne.
Puede entonces comprenderse suhisteria. A la vista de tal cantidad de carne, que comprarán después de permanecer en una cola hecha de ansiedades y de empujones, ya la ven convertida en una nada aterradora. Los más próximos al mostrador meten sus ojos en los enormes cuartos de res que cuelgan de los garfios y aspiran con fruición el olor de la sangre coagulada. Es, por así decirlo, un día de fiesta nacional.
En la colapredomina el elemento femenino: señoras elegantes y mujeres del pueblo, criadas, jovencitas. Todas se introducen osadamente en lo más apretado de la cola. Una de estas señoras, Dalia de Pérez, ha logrado a fuerza de sonrisas y caderas situarse a dos dedos de la carne. Vestida como para una fiesta sostiene un parloteo incesante con su criada. De pronto lanza una exclamación de sorpresa.
—¡Pero si esRené! Mira, Adela, ¿no es René ese que está en la fila del centro? Parece hipnotizado. Mira, Adela —y se lo señala—, mira qué pálido está. Si fuera hijo mío le daría un vasito de sangre cada mañana. ¡Oh, Dios mío, qué época nos ha tocado vivir!
René, que casi roza con su cara un cuarto de buey suspendido de un garfio, exhibe una palidez espantosa. Le horroriza cuanto sea carne descuartizaday palpitante. Un cadáver no le causa mayor impresión, pero la vista de una res muerta le provoca arqueadas, después vómitos y termina por echarlo en la cama días enteros. ¿Por qué entonces, a despecho de tales terrores, está en la cola de La Equitativa?
El padre de René tiene un marcado gusto por la carne, una preferencia tan apasionada que constituye un sacerdocio y hasta una dinastía, algoque se transmite de padre a hijo, y se lega celosamente para mantener vivo el entusiasmo. Esto explica su presencia en la carnicería.
Y para un joven en trance de heredar la corona de su padre, nada mejor que la asistencia regular al matadero, donde hombres armados de grandes cuchillos y de picas arremeten contra las reses abriéndolas en canal. A René lo han llevado a presenciar estas...
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