La carta

Páginas: 15 (3616 palabras) Publicado: 21 de octubre de 2013
1

La Carta De Lord Chandos
Hugo Von Hofmannsthal

Esta es la carta que Philip, lord Chandos, hijo menor del conde de Bach, escribió a Francis
Bacon, más tarde lord Verulam y vizconde de St. Alban, para disculparse ante este amigo
por su renuncia total a la actividad literaria.
Es usted muy benévolo, mi apreciado amigo, en pasar por alto mi silencio de dos años y
escribirme de este modo.Es más que benévolo al dar su preocupación por mí, a su
extrañeza por el entumecimiento mental en que cree que estoy cayendo, la expresión de la
ligereza y la broma que sólo dominan a los grandes hombres que están persuadidos de la
peligrosidad de la vida, y sin embargo no se desaniman.
Concluye usted con el aforismo de Hipocrates Qui gravi morbo correpti dolores non
sentiunt, iis mensaeggrotat (Quienes no sienten que una grave enfermedad les aqueja
están mentalmente enfermos), y opina que necesito la medicina no sólo para domeñar mi
mal, sino más aun para aguzar mi mente para el estado de mi interior. Quisiera contestarle
como le merece de mí, quisiera abrirme del todo a usted y no sé cómo proceder.
(...) ¡Quién es el hombre para hacer planes!
Yo también juegue con otrosplanes. Su benévola carta también los resucita. Hinchados
con una gota de mi sangre, revolotean todos ante mí como mosquitos tristes junto a un
muro sombrío sobre el que ya no cae el sol luminoso de los días felices.
Quería descifrar como jeroglíficos de una sabiduría inagotable y secreta, cuyo hálito creía
percibir a veces como detrás de un velo, las fábulas, los relatos míticos que nos han legadolos antiguos y por los que sienten un gusto infinito e irreflexivo los pintores y escultores.

2

Recuerdo aquel proyecto. Se basaba en no sé qué placer sensual y espiritual: así como el
ciervo acosado ansia sumergirse en el agua, ansiaba yo sumergirme en esos cuerpos
rutilantes, desnudos, en esas sirenas y dríadas, en esos Narcisos y Proteos, Perseos y
Acteones: desaparecer quería enellos y hablar desde ellos con el don de las lenguas. Yo
quería. Yo quería muchas cosas más. Pensaba reunir una colección de apotegmas, como la
que recopiló Julio Cesar; usted recuerda la cita en una carta de Cicerón. Allí pensaba
recoger las frases más curiosas que hubiese conseguido juntar en mis viajes a través del
trato con los hombres sabios y las mujeres ingeniosas de nuestro tiempo o congentes
excepcionales del pueblo o personas cultas y notables; a ellas quería añadir hermosas
sentencias y reflexiones de las obras de los antiguos y de los italianos, y todas las joyas
intelectuales que encontrase en libros, manuscritos o conversaciones; además, la
clasificación de fiestas y procesiones de especial belleza, crímenes y casos de demencia
curiosos, la descripción de losedificios más grandes y singulares de los Países Bajos,
Francia e Italia, y muchas cosas más. La obra entera se titularía Nosce te ipsum.
En pocas palabras: sumido en una especie de embriaguez, toda la existencia se me
aparecía en aquella época como una gran unidad: entre el mundo espiritual y el mundo
físico no veía ninguna contradicción, como tampoco entre la naturaleza cortesana y animal,
el artey la carencia de arte, la soledad y la compañía; en todo sentía la naturaleza, en las
aberraciones de la locura tanto como en el refinamiento extremos del ceremonial español;
en las torpezas de unos jóvenes campesinos no menos que en las dulces alegorías; en toda
la naturaleza me sentía a mí mismo; cuando en mi cabaña de caza bebía de un cuenco de
madera la leche espumeante y tibia que unamujeruca greñuda ordeñaba de las ubres de una
hermosa vaca de ojos tiernos, aquello no era para distinto cuando, sentado en el banco de la
ventana de mi estudio, bebía de un infolio el alimento dulce y espumeante del espíritu. Una
experiencia era como la otra; ninguna era inferior, ni en naturaleza sobrenatural y
fantástica, ni en fuerza material, y eso se repetía a todo lo ancho de la vida, a...
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