La casa de las bellas durmientes

Páginas: 106 (26341 palabras) Publicado: 1 de abril de 2013
Yasunari Kawabata

La casa de las bellas
durmientes

Escaneo y corrección a cargo de Iqbalram
Título original: NEMURERU BIJO
Traducción de Pilar Giralt
© Hite Kawabata, 1961
Originally published in Japan
© Luis de Caralt Editor, S.A.
© Por la presente edición, Ediciones Orbis, S.A.
Traducción cedida por Luis de Caralt, S.A.
ISBN: 84-7530-162-2
D.L.B. 15.869-1985
Impreso yencuadernado por
Gráficas Ramón Sopena, S. A.
Provenza, 95 - 08029 Barcelona
Printed in Spain

1
No debía hacer nada de mal gusto, advirtió al anciano Eguchi la
mujer de la posada. No debía poner el dedo en la boca de la muchacha
dormida ni intentar nada parecido.
Había esta habitación, de unos cuatro metros cuadrados, y la
habitación contigua, pero al parecer no había más habitaciones en elpiso superior; y como la planta baja resultaba demasiado reducida para
alojar huéspedes, el lugar apenas podía llamarse una posada.
Probablemente porque su secreto no lo permitía, el portal no ostentaba
ningún letrero. Todo era silencio. Tras serle franqueado el portal cerrado
con llave, el viejo Eguchi sólo había visto a la mujer con quien ahora
estaba hablando. Era su primera visita. Ignorabasi se trataba de la
propietaria o de una criada. Era mejor no hacer preguntas.
La mujer, baja y de unos cuarenta y cinco años, tenía una voz
juvenil, y daba la impresión de haber cultivado especialmente una
actitud seria y formal. Los labios delgados apenas se abrían cuando
hablaba. No miraba a Eguchi con frecuencia. Algo en sus ojos oscuros
minaba las defensas de éste, y parecía muy segurade sí misma.
Preparó el té con una tetera de hierro sobre el brasero de bronce. Las
hojas de té y la calidad de la infusión eran asombrosamente buenas
para el lugar y la ocasión -con objeto de tranquilizar al viejo Eguchi. En
la alcoba pendía un cuadro de Kawai Gyokudö, probablemente una
reproducción, de una aldea de montaña al calor de las hojas otoñales.
Nada sugería que la habitaciónalbergara secretos insólitos.
-Y le ruego que no intente despertarla, aunque no podría, hiciera lo
que hiciese. Está profundamente dormida y no se da cuenta de nada. La mujer lo repitió-: Continuará dormida y no se dará cuenta de nada,
desde el principio hasta el fin. Ni siquiera de quién ha estado con ella.
No debe usted preocuparse.
Eguchi no mencionó las dudas que empezaban a acometerle.
-Esuna joven muy bonita. Sólo admito huéspedes en quienes
pueda confiar.
Cuando Eguchi desvió la vista, la fijó en su reloj de pulsera.
-¿Qué hora es?
-Las once menos cuarto.
-No me sorprende. Los caballeros ancianos gustan de acostarse
pronto y levantarse temprano. Así pues, cuando quiera.
La mujer se puso de pie y abrió la cerradura de la habitación
contigua. Utilizó la mano izquierda. Nohabía nada notable en este acto,
pero Eguchi retuvo el aliento mientras la miraba. Ella echó una mirada a
la otra habitación. Sin duda estaba acostumbrada a mirar por las
puertas, y no había nada extraño en la espalda que daba a Eguchi. No
obstante, parecía extraña. Había un pájaro grande y raro en el nudo de

su obi. Ignoraba de qué especie podía tratarse. ¿Por qué habrían puesto
ojos ypies tan realistas en un pájaro estilizado? No era que el ave fuese
inquietante por sí misma, sólo que el diseño era malo; pero si había que
atribuir algo inquietante a la espalda de la mujer, se encontraba allí, en
el pájaro. El fondo era amarillo pálido, casi blanco.
La habitación contigua parecía débilmente iluminada. La mujer
cerró la puerta sin dar vuelta a la llave, y colocó ésta sobrela mesa,
frente a Eguchi. Nada en su actitud, ni en el tono de su voz, sugería que
había inspeccionado una habitación secreta.
-Aquí está la llave. Espero que duerma bien. Si le cuesta conciliar el
sueño, encontrará un sedante junto a la almohada.
-¿Tiene algo de beber?
-No dispongo de alcohol.
-¿Ni siquiera puedo tomar un trago para dormirme?
-No.
-¿Ella está en la habitación contigua?...
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