La casa de los relojes
ronca más que decostumbre. Es una lástima porque no deja dormir a nadie. Le escribo en el cuadernito de deberes porque el papel de carta que conseguí del Pituco no tiene líneas y la letra se me va para todos lados. Sabrá que la perrita Julia duerme ahora debajo de mi cama, llora cuando entra luz de luna por la ventana, pero a mí no me importa porque ni el ronquido de Joaquina me despierta. Fuimos a pasear a la lagunaLa Salada. Es muy lindo bañarse. Y me hundí hasta las rodillas en el barro. Junté hierbas para el herbario y también, en los árboles que quedaban bastante apartados del lugar, huevos para mi colección, de torcaza, de hurraca y de perdiz. Las perdices no ponen huevos en los árboles sino en el suelo, pobrecitas. Me divertí mucho en la laguna Salada, hicimos fortalezas de barro; pero más me divertíanoche en la fiesta que dio Ana María Sausa, para el bautismo de Rusito. Todo el patio estaba decorado con linternas de papel y serpentinas. Pusieron cuatro mesas, que improvisaron con tablas y caballetes, con comidas y bebidas de toda clase, que era de chuparse los dedos. No hicieron chocolate por la huelga de leche y porque mi padre se vuelve loco al verlo y le hace mal al hígado. EstanislaoRomagán abandonó aquel día la tropilla de relojes que tiene a su cargo para ver cómo preparaban la fiesta y para ayudar un poquito (él, que ni en domingos ni en días de fiesta deja de trabajar). Yo lo quería mucho a Estanislao Romagán. ¿Usted recuerda aquel relojero jorobado que le compuso a usted el reloj? ¿Aquel que en los altos de esta casa vivía en esa casilla que yo llamaba La Casa de losRelojes, que él mismo construyó y que parece de perro? ¿Aquel que se especializaba en despertadores? ¡Quién sabe si no lo ha olvidado! ¡Me cuesta creerlo! Relojes y jorobas no se olvidan así no más. Pues ése es Estanislao Romagán. En láminas me mostraba un reloj de sol que disparaba un cañón automáticamente al mediodía, otro que no era de sol cuya parte exterior representaba una fuente, otro, el reloj deEstrasburgo, con escalera, con carros y caballos, figuras de mujeres con túnicas, y hombrecitos raros. Usted no me creerá, pero era tan agradable oír las campanillas diferentes de todos los despertadores en cualquier momento y los relojes que daban las horas mil veces al día. Mi padre no pensaba lo mismo. Para la fiesta, Estanislao desenterró un traje que tenía guardado en un pequeño baúl, entredos ponchos, una frazada y tres pares de zapatos que no eran de él. El traje estaba arrugado, pero Estanislao, después de lavarse la cara y de peinarse el pelo, que tiene muy lustroso, negro y que le llega casi hasta las cejas, como un gorro catalán, quedó bastante elegante. –Sentado, con la nuca apoyada sobre un almohadón, se le vería bien. Tiene buena presencia, mejor que la de muchos invitados–comentó mi madre.
–Dejáme tocarte la espaldita –le decía Joaquina, corriéndolo por la casa.
Él permitía que le tocaran la espalda, porque era buenito.
–¿Y a mí quién me trae suerte? –decía.
–Sos un suertudo –le contestaba Joaquina–, tenés la suerte encima.
Pero a mí me parece que era una injusticia decirle eso. ¿A usted no, señorita? La fiesta fue divina. Y el que diga que no, es un mentiroso.Pirucha bailó el Rock and Roll y Rosita bailes españoles, que aunque es rubia lo hace con gracia. Comimos sándwiches de tres pisos pero un poquito secos, merengues rosados, con gusto a perfume, de esos chiquititos, y torta y alfajores. Las bebidas eran riquísimas. Pituco las mezclaba, las batía, las servía como un verdadero mozo de restaurante. A mí me daba todo el mundo un poquito de acá, un...
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