Jimena, muy seria, observaba por la ventanilla del vehículo, con un aire melancólico;Ramón lo notó, pero no lo dijo, fingió ir atento al camino.Ella era delgada y menuda, de labios finos, y a pesar del maquillaje ya se le notabanalgunas arrugas. Él era más joven, alto y de hombros anchos.Una nube de polvo viajaba tras el auto, y en aquel paisaje no había más casas que algún aislado hogar decampesinos; todo lo demás era tierra sembrada, campo, oarboleda. El terreno era accidentado, y desde la perspectiva del camino, el autodesaparecía por momentos y reaparecía sobre las lo más lagartijas se bañaban en sol sobre piedras, e huían rápidamente ante el ruidodel motor. También los perros de las pocas casas reaccionaban ante su paso y salíana ladrar, mas como el sol ya estaba fuerte,regresaban enseguida meneando la cola, y desde la sombra veían al auto alejarse con su nube de polvo detrás. Ramón frenó el auto frente a un portón de rejas.- ¡Llegamos! - dijo Ramón.- ¿Es aquí? Está bastante alejada de la última casa que vimos - comentó Jimena. - Así está bien, sin vecinos molestos. Voy a abrir la reja. Al ingresar a la propiedad atravesaron un jardín frondoso y algo descuidado. Lacasafue apareciendo de a poco entre los árboles. Ya frente a ella Ramón preguntó:- ¿Y, qué te parece? ¿Te gusta?- Es… es bastante vieja. Tiene un estilo victoriano…- Pero ¿Te gusta?- Sí… pero, creí que habías comprado una más nueva, Esta debe tener mucha historia. - Y acaso eso es un problema. La construcción está muy bien, es fuerte.Apenas entraron se escuchó algo que sonó como una exhalación, yresonó en toda lacasa. Jimena tomó a Ramón del brazo.- ¿Qué fue eso, ese ruido? - preguntó.- Calma querida, sólo fue el viento cruzando por los árboles.- No, fue aquí adentro, en la casa.- A mí me pareció que fue afuera. En el fondo también hay árboles. - Sí, debe haber sido eso, el viento. Bueno, vamos a desempacar. El trayecto desde el cuarto que iba a ser su habitación hasta el auto, era bastantelargo, y cuando Ramón fue a buscar otras maletas Jimena quedó sola.La habitación era amplia pero tenía muchos muebles: Había una cómoda antigua, llena de cajones, también un tocador con un gran espejo oval, una mesa donde habíavarios candelabros con velas, y el más grande de los muebles era un ropero enorme yoscuro. Las puertas del ropero se abrían hacia afuera, y rechinaban horriblemente.Jimenacomenzó a guardar la ropa adentro. Habían dejado las maletas sobre la cama,y al darle la espalda al ropero para tomar más ropa, escuchó que todas las puertas se cerraron de golpe. Se volvió con un grito. Un instante después Ramón entró a la habitación y la vio mirando al mueble con cara de espanto.- ¿Qué pasó, por qué esa cara? - preguntó Ramón poniendo su mano en el hombro de su esposa. Ella seabrazó a él. - Las puertas del ropero, yo las abrí y después se cerraron solas, ¡me asusté tanto!- A ver, vamos a revisarlas. Son las bisagras, tienen como una especie de resorte - Ramón las abría y cerraba haciéndolas rechinar. Llegó la noche. Mientras Jimena preparaba la cena, pensaba en su situación actual,y las cebollas que picaba la hacían llorar también. La idea de mudarse a un lugar mástranquilo, apartado de la cuidad, había sido de ella. En el fondo su intención era alejar a su marido de las miradas de mujeres jóvenes. Ella no había podido darle un hijo, y se sentía insegura. Ahora sentía que todo le había salido mal, aquella casa la aterraba, sentía que tenía algo… Cuando la comida estuvo pronta, fue hasta la biblioteca de la casa, que era grande ylúgubre como todas lashabitaciones; allí estaba Ramón, trabajando en su computadora.- Esta lista la cena querido - dijo Jimena. Él estaba pálido y miraba hacia una estantería. - Vamos a comer entonces - alcanzó a decir Ramón, con la voz entrecortada.- ¿Qué tienes, estás pálido? ¿Te sientes mal?- No, estoy bien. Una mala noticia en mis negocios, nada para preocuparse mucho.- ¡Pero, estás blanco como un papel! - ¡No tengo...
Leer documento completo
Regístrate para leer el documento completo.