la casa

Páginas: 6 (1256 palabras) Publicado: 13 de junio de 2013
EL ANTICUARIO

René Rebeltez

Muchos de ustedes habrán sentido alguna vez esa atracción, aparentemente inmotivada, que ejercen sobre las personas los mercados de anticuallas y vejestorios, las Lagunillas y Marches aux Puces que en el mundo son.

Los más vienen a estos sitios movidos por el afán de lo pintoresco, por la orgía del bazar que les despierta alguna célula oriental dormida. Ylos menos, además del placer de bucear en el océano de pacotilla compran artefactos y chismes, viejas postales, incunables, gramófonos sin perro y veinte mil leguas de cosas más, cuyo sentido ha cambiado a través del tiempo y por medio de los cuales su imaginería construye muelles en donde amarran recuerdos suyos, o de una época; o memorias familiares de una familia que nunca hubieron. Fui de losmás, hasta que supe por qué frecuentaba esos lugares.

Al principio, removí durante todos los domingos de aquellos años montones de chatarra, hurgué en cofrecillos atiborrados de joyería decimonónica, di cuerda inútilmente a pesados relojes de chaleco, fingí disparar viejas pistolas piratescas y esgrimí sables y espadas infructuosamente contra mi absurda pasión.

Contemplé prolijamente óleos yestatuas grotescas, bronces y porcelanas ancladas en lo griego y falsificaciones prehispánicas y etruscas; hice girar interminablemente la rueda del timón de un barco viejo, hasta observar cómo la plaza cambiaba de rumbo a cada golpe, por lo cual fue vendida inmediatamente a un transeúnte que tenía más dinero que yo.

Busqué inútilmente durante todos esos años un talismán, una brújula sabia, unamula parlante, una cotorra hindú que despepitase mantras con la misma entonación con que algún viejo gurú lo hiciera cientos de años atrás, tratando así de recuperar la magia que el verbo perdió hace tanto tiempo.

Lo supe cuando perdí la rueda del bajel inexistente: iba al mercado de anticuallas buscando un objeto mágico.

Aquella pérdida, en lugar de descorazonarme, envalentonó mi búsqueda,que desde entonces obtuvo una razón de ser: es mejor escoger sabiendo el objeto que se busca, que una búsqueda indiscriminada entre todos los objetos del mundo. Así, topé con aquella fabulosa escopeta que hace llover patos de cualquier cielo raso, con esa llanta salvavidas que sirve de antídoto contra cualquier intoxicación, con aquella colección de bombones que decíase había pertenecido alMarqués de Sade y cuyo solo ofrecimiento producía espasmos en las clientas del bazar, con la bota siete leguas políglota, que hablaba sin cesar, y con esa fabulosa caja de música que en su tiempo se denominó Wolfang Amadeus.

Supe de aquel inefable diapasón que por gracia y obra de su vibración desaparece, del violín de Lindschenhaus, que remplazará con el tiempo a los motores de explosión y de laflauta que usó el de Hamelin para hacer salir a todos los abogados de sus madrigueras. Tropecé con viejos libros de ocultismo que enseñaban cómo fabricarse un alma en cuatrocientas cuarenta y siete reencarnaciones por segundo, con la curvilínea pipa longeva que fabricaba crepúsculos según la antiquísima fórmula del poeta León de Greiff, con el Aleph de Borges, lleno de goma arábiga y con ese paisajemultidimensional que fue pintado con el color que cayó del cielo, del gran Lovecraft.

Todos aquellos objetos, artefactos y sutilezas, fantásticos y hasta maravillosos, no lograron sin embargo obnubilar el objeto de mi búsqueda: un ejemplar mágico, genuinamente sobrenatural.

Así, desplegué abanicos que produjeron Alicias, Bettys y Janets huracanadas, lámparas de Diógenes y Aladinos,provistas de yesca milagrera, a cuya fricción acudían genios inconclusos y bacantes inéditas.

Fue por intermedio de una de ellas que di con la tienda del anticuario intemporal.

La bacante, cuyo nombre -que no olvidaré nunca- era Catarsis, condújome por el laberinto de calles estrechas que conforman la Zona Gris de la ciudad, hasta llegar al zaguán de cuya puerta pendía el consabido letrero:...
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