La Catedral
Nunca olvidaré el día en que padre me llevó por primera vez a una reunión de la logia. Ocurrió el doce de mayo del año de nuestro Señor de 1282, la fecha de mi decimocuarto cumpleaños. Hasta entonces había sido un niño, pero ese día me convertí en hombre. En hombre libre, la única clase de persona que, según mi padre, valía lapena ser. Por aquel entonces llevábamos varios años instalados en Estella, una villa del reino de Navarra así llamada en honor a la estrella de Compostela, pues se encuentra situada en la ruta de los peregrinos. Mi padre, León Yáñez, era cantero; maestro constructor, en realidad, pues estaba instruido en los secretos de Salomón y era ducho en el arte de erigir templos, puentes y fortalezas.Vivíamos en una casa de piedra con techumbre de paja situada a no mucha distancia de Santo Domingo, la iglesia cuyas obras dirigía mi padre. Como era un lathomus —maestro de obras, según la lengua de los romanos—, la más elevada condición entre los masones, el hogar que el Cabildo nos había asignado gozaba de ciertos lujos que el común de los mortales no suele disfrutar: contraventanas para protegernos delos vientos invernales, lechos de madera con jergones de paja, candiles de hierro y una abundante provisión de sebo para alimentarlos. Margarita, mi madre, que había nacido en el país de los francos, solía adornar nuestra morada con artemisa y madreselva, en primavera; y con muérdago y acebo al llegar el invierno. También se ocupaba de cocinar en el hogar situado en el centro de la casa, y deaventar el humo para secar bien la paja del techo antes de las lluvias, y de remendar nuestras ropas, y de asear la estancia, y de alimentar a las gallinas, y de ordeñar a las dos cabras que nos permitían disfrutar de leche fresca. Sin duda, mi madre era una mujer muy atareada. Entre tanto, mi padre y yo trabajábamos en la construcción de la iglesia, de sol a sol, con un descanso para el desayuno yotro para el almuerzo. El se
ocupaba de dirigir a los albañiles y de tallar las estatuas de los pórticos, pues además de lathomus era un experto imaginero. Yo, por mi parte, ayudaba en la obra transportando piedras sillares con la carretilla, o mezclando agua, arena y cal para preparar el mortero. Aún no había sido aceptado como masón, ni siquiera alcanzaba el grado de aprendiz. No era nada,apenas uno más entre los muchos peones que sólo aportaban a la construcción del templo la fuerza de sus músculos; aunque, a decir verdad, ni siquiera de músculos podía presumir, pues por aquel entonces sólo era un muchacho no muy desarrollado. Sin embargo, mientras sudaba bajo un sol de plomo fundido, transportando pesados bloques de arenisca de un lado a otro, mi corazón abrigaba la esperanza de serpronto aceptado en la logia, donde recibiría la instrucción necesaria para dominar los secretos de la piedra. Aquella mañana, la mañana de mi decimocuarto cumpleaños, la monotonía de mis quehaceres diarios se vio gratamente quebrada. Cuando madre me despertó ya había amanecido y padre se encontraba desde hacía rato en la obra. —Feliz aniversario, Telmo —dijo ella con una sonrisa—. Tu padre te ha...
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