la charca

Páginas: 12 (2935 palabras) Publicado: 15 de mayo de 2013
Juan recordaba de su Jacobo que era su hijo al niño vivo, dispuesto, de mirada inteligente, de juicio robusto. Poco a poco, en el curso de los años, fue siguiendo en sus cartas los progresos que operaba en su hijo la cultura del gran centro. Jacobo tenía talento: sus cartas denunciaban la desenvoltura que el cultivo realizaba en sus facultades innatas y los avances conseguidos por el estudio.Juan sacó del legajo la última carta recibida para releerla con el alma abierta a la ternura. En aquella carta, como siempre, lo primero era el culto filial. Jacobo ansiaba el momento de fundirse con arrebatos de loco placer en los paternos brazos. Era amor de niño saturado de sentimentalismos de adolescente, era un cariño intenso, vivísimo, como un rayo de sol reflejado en un espejo.
Juan, cuandocontestaba sus cartas, templaba con prudencia aquellos idealismos. Aunque ausente el hijo, y ya hombre, consideraba que su sensata misión de padre no había terminado. Debía prepararle para los derrumbamientos de la realidad, y con sumo tacto, sin herir sus optimismos, le enviaba perfiles de la colonia, encargándole gran cordura para formar convicciones
En la finca de Juan no llovía. Unacorriente de aire alejaba los nublados como un fumador las espiras de humo. A pesar de la flagelación llovediza, los cafetales y las plantaciones de banano sonreían, irguiéndose felices con el fecundo regadío. Y Juan, siempre con aire de protesta resignada, abarcaba el paisaje, rebosante de vida y de nostalgia.
Unl domingo en que le hicieron beber, estaba aún más melancólico. Cuando Ciro le condujo a lachoza durmió doce horas de sueño profundo, estertoroso. Al siguiente día, al despertar, todos los recuerdos cayeron sobre él como azotándole con las inquietudes del remordimiento. Sentía dolor de la falta cometida. ¡Qué había hecho! Repetir la terrible prueba que le llenaba de espanto sin haber resistido bastante las pretensiones de los ociosos de la tienda. Había hecho mal, muy, mal, debió reñirantes que ceder. Al salir Ciro para su trabajo había dejado la puerta abierta. Marcelo miró hacia afuera, y el sol le deslumbró. ¡Qué pesadez, qué cansancio! Le parecía tener la cabeza hueca y una peonza bailándole adentro. Le pareció el día abrumador, bochornoso; la polvareda de átomos de oro que bajaba del sol le hizo ingrato efecto, obligándole a cerrar los ojos.
Ahora estaba allí, solo, sinestorbo; había que resolver. Quedose pensativo, reflejándosele en el semblante las ideas penosas. Lo natural era correr a la llanura, al poblado, presentarse a la justicia, contárselo todo. «Señor juez, en mi barrio quieren matar a un hombre...» Sí, derecho al tronco. Pero, ¿y luego? Vengan las pruebas: «Señor juez, yo oí cuando dos hombres se apalabraban para ese crimen...» Y ¿cómo se prueba sintestigos que es cierto lo que se oye? De todos modos, la policía, el alboroto; presos Gaspar y Deblás.Las consecuencias que de una denuncia a la justicia pudiera tener le amedrentaron, su torpeza pusilánime no le permitía concebir la acción reparadora de la ley cumpliéndose sin peligro para los buenos. Temió caer en manos de polizontes, ser castigado por delitos que no había cometido, y al pensarque se vería traído y llevado en declaraciones y careos y encerrado en una cárcel, sintió la contrición del pavor. No; aquél era el peor camino.
Y hete a Marcelo cogido, obligado a denunciar a los otros, a declarar toda la historia, corriendo los peligros de la venganza de los asesinos. De ese modo también iría a la cárcel, al antro de que tenía tan espantosa idea; en donde la enfermedad matapronto a los más fuertes; en donde la piel se pone tiñosa y el cuerpo se hincha y se agrieta para manar agua infecta; en donde los presos se destrozan, revolcándose entre vicios repugnantes e hiriéndose con pedazos de vidrio o con armas furtivamente introducidas en el patio grande.
Al fin pensó en Andújar y sintiose aliviado. Sí, aquél era el camino. El interesado, la presunta víctima, la persona a...
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