La cita

Páginas: 18 (4407 palabras) Publicado: 11 de octubre de 2013
La Cita.
The Assignation; Edgar Allan Poe (1809-1849)

¡Espérame allá! Yo iré a encontrarte
En el profundo valle.
(Henry King, obispo de Chichester,
Funerales en la muerte de su esposa)

¡Hombre infortunado y misterioso, deslumbrado por el brillo de tu propia imaginación y ardiendo en las llamas de tu propia juventud! ¡De nuevo te contemplo con la imaginación! ¡Una vez más tu figura sealza ante mí! No; no como tú eres en el frío valle de la sombra, sino como deberías ser, disfrutando de una vida de magnífica meditación en aquella ciudad de oscuras visiones, tú, Venecia, Elíseo amado de las estrellas, allí donde los amplios ventanales de los palacios paladianos descubren en profundas y amargas miradas los secretos de sus silenciosas aguas. ¡Sí! lo repito como tú deberías ser.Existen seguramente otros mundos distintos de éste; otros pensamientos que los pensamientos de la multitud y otras especulaciones que las especulaciones de los sofistas. ¿Quién, entonces, podría poner obstáculo a tu conducta? ¿Quién podrá censurarte por tus horas visionarias o denunciar aquellas ocupaciones tuyas como una pérdida inútil de tiempo, que no eran sino desbordamientos de tu inagotableenergía? Fue en Venecia, bajo el arco cubierto del Ponte di Sospiri, donde me encontré por tercera o cuarta vez con la persona de quien hablo. Sólo muy confusamente recuerdo las circunstancias de aquel encuentro. Sin embargo, recuerdo (¡ah! ¿cómo podría olvidarlo?) la profunda medianoche, el Puente de los Suspiros, la belleza femenina y el romántico ensueño que parecía cernerse sobre el estrechocanal.

Era una noche de insólita oscuridad. En el gran reloj de la Piazza habían dado las cinco de la madrugada italiana. La plaza del Campanile estaba silenciosa y desierta y las luces del viejo Palacio Ducal iban desvaneciéndose rápidamente. Regresaba a mi casa desde la Piazetta, por el gran canal. Pero cuando mi góndola llegó a la desembocadura del canal de San Marcos, una voz femenina estallóde pronto en el profundo silencio de la noche con un grito salvaje, histérico y prolongado. Sobresaltado por aquel sonido, me puse de pie, mientras el gondolero dejaba su único remo, que se perdió en las aguas oscuras sin posibilidad alguna de recuperarlo, quedando, por tanto, abandonados al curso de la corriente que va desde el canal más grande al pequeño. Como un enorme cóndor de plumas negras,nuestra embarcación iba derivando hacia el Puente de los Suspiros, cuando un millar de antorchas que flameaban en las ventanas y descendían la escalinata del Palacio Ducal, convirtieron de pronto toda aquella profunda oscuridad en un día lívido y sobrenatural.

Un niño, deslizándose de los brazos de su propia madre, había caído desde una ventana superior de la alta estructura al fondo del oscuroy profundo canal. Las tranquilas aguas se habían cerrado plácidamente sobre su víctima; y aunque mi góndola era la única embarcación a la vista, muchos decididos nadadores se habían lanzado a la corriente y buscaban en vano sobre la superficie el tesoro que sólo podía encontrarse, ¡ay!, sólo podía encontrarse en el abismo. Sobre el ancho rellano de losas negras a la entrada del palacio y unoscuantos escalones por encima del agua, se alzaba una figura que nadie de los que entonces la vieron han podido olvidar jamás. Era la marquesa Afrodita, la adoración de toda Venecia —la más bella de las bellas, la más hermosa allí donde todas son bellas—; pero, sin embargo, joven esposa de un viejo e intrigante Mentoni y madre de aquella bella criatura, su primer y único hijo, que ahora en lasprofundidades del agua cenagosa estaría pensando con el corazón angustiado en las dulces caricias de ella y agotando su pequeña existencia en esfuerzos desesperados para pronunciar su nombre.

Ella estaba sola. Sus pies pequeños y plateados centelleaban en el negro espejo de mármol que tenían debajo. Su cabello, medio suelto del peinado de baile, se enroscaba entre una profusión de diamantes, rodeando...
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