La Ciudad De Loa Ahogados

LA CIUDAD DE LOS AHOGADOS

I. EL NACIMIENTO

Con un tiro más de escopeta, otro mono cayó estrepitosamente de la gran lupuna. Se veía que era un mono de gran peso pues en su estrepitosa caída fue quebrando ramas y haciendo volar hojas por doquier. Era el cuarto mono de la tarde y para los dos hermanos la caza estaba finalizada. Ahora regresarían a sus caseríos satisfechos y orondos de supreciosa carga.

Hombres de bien y ajenos a la codicia de los pueblos civilizados, esta comunidad vivía a las orillas del Huallaga. A pesar de saber de los adelantos de la ciencia, los waro jamás intentaron llegar hasta el pueblo más cercano y ver con sus propios ojos, a “la otra gente” como ellos llamaban a los de la ciudad. Sólo un hombre conocía a los “otros” y ese era Juvenal, el comerciante.Fue éste quien por primera vez trajo consigo la radio a pilas y una escopeta de cañón largo que, a pesar de treinta y tantos años de uso aún funcionaba. Juvenal había sido un indio recio, valiente y honesto; por eso la comunidad le confió todos sus negocios como la venta de los tejidos, las gallinas de monte y, entre otros, la carne seca de sajino y la deliciosa carne de paiche. Desde varios añosatrás este hombre surcaba y bajaba por las aguas del Huallaga, era conocido en todos los puertos y conocía esas regiones ribereñas como la palma de su mano.

Un día al atardecer luego de tres meses de ausencia llegó en su balsa con una sorpresa que dejó estupefactos a todos. Traía a una mujer que no era de la tribu. Aquello causó en la vida de estos hombres pacíficos un tremendo shock que tardaronmeses en superarlo. Pero pasada la primera impresión y después que la mujer demostró que podía trabajar al mismo ritmo que los demás; una noche cuando los Apus y todos los pobladores de la tribu, celebraban una asamblea general, escucharon de la boca de Juvenal que su mujer estaba esperando dos hijos. ¿Dos hijos? Se preguntaron al unísono, incrédulas las mujeres. Ellas no podían aún concebir queuna mujer pudiera alimentar a dos críos en su barriga, creían que eso sólo lo hacían los animales del bosque que tenían dos o más crías. Pero Juvenal les contó que no sólo los animales del bosque podían concebir más de un congénito, había también en muchas partes del mundo que lo hacían y no era un hechizo sino un regalo de Dios. Al fin de muchas explicaciones, los hombres y mujeres creyeron enlas palabras de Juvenal y unos meses más tarde; en una noche torrencial recibieron a los gemelos como una bendición de los dioses de la vida.

Diecisiete años después, estos dos muchachos habían tomado la belleza y la bondad de la madre y la altura y la honestidad del padre. Un tiempo después, sintiéndose Juvenal cansado y achacoso por los largos viajes, propuso a sus dos hijos su lugar y conel consentimiento de la comunidad entera, heredó a los dos jóvenes la escopeta “Browing” y el trabajo de bajar y surcar por el Huallaga comerciando lo que esa humilde gente producía.

Aquella caza del día debía ser, en parte, el “mitayo” que los jóvenes llevarían en su primer viaje. Los dos estaban ansiosos y durante los días que duró la preparación de su mercancía apenas podían conciliar elsueño. Pablo el menor era el más jovial de los dos hermanos, por tal, viendo que Rogelio andaba arisco le contaba anécdotas para distraerlo y a éste que le encantaba las “chacotas” de su hermano se reía hasta de los mosquitos que volaban sobre sus cabezas haciendo un remolino de zumbidos que podía exasperar a cualquier humano. Ellos sin embargo estaban acostumbrados a esos ruidos y hasta dormían conel enjambre de zancudos excitados, sin enterarse de nada.

- Ya calla, le decía Rogelio a Pablo, doblándose de risa por el chiste de turno de su hermano.
- Sí, Roger, eso escuché en la radio. Los “otros” nos dicen motelitos allá en la ciudad. Yo les digo a ellos, guacamayos.
- ¿Por qué?
- Porque son de todos los colores y cotorrean como loros.

La risa de los muchachos se escuchaba en...