La Ciudad De Los Cesares Libro

Páginas: 132 (32834 palabras) Publicado: 11 de mayo de 2015
La ciudad de los
césares
Manuel Rojas

“ Uso exclusivo VITANET,
Biblioteca Virtual 2002”

MANUEL ROJAS

LA CIUDAD
DE LOS CÉSARES

PRIMERA PARTE

1
El indio y su perro

Una tarde de noviembre, cerca de la desembocadura del
río Sin Nombre en el Pacífico, un hombre y un perro, de
pie uno, echado el otro, parecían vigilar sobre una roca las
entradas de los estrechos que forman allí las islas delarchipiélago.
La soledad y el silencio cercaban al hombre y al perro: al
frente, el mar y las islas; a sus espaldas, los altos picachos
nevados y las tierras inexploradas aún. Parados sobre la
roca, agitados por el viento y salpicados por el rocío de
alguna ola que reventaba con fuerza, vigilantes, inmóviles,
eran lo único humano que alentaba, por allí.
—Indio —dijo el hombre—, ¿no viene el amo?
Elperro levantó la cabeza y miró al hombre; se miraron un
instante los dos, y el animal, volviéndose hacia el mar,
ladró furiosamente, echándose luego a los pies del que lo
interrogaba.
El hombre era alto, muy bien formado; su rostro tenía un
suave color aceituna pálido y sus facciones, aunque no

bien proporcionadas, no eran desagradables. Pelo negro,
laxo y recio, ojos negros también, algosesgados, nariz
ancha, pómulos un tanto salientes y boca de labios
gruesos.
Su cara, a pesar de aquellos duros rasgos que acusaban un
origen indio, daba una impresión de bondad. Era un
hermoso ejemplar, uno de los últimos de la raza que pobló
antiguamente la Tierra del Fuego: la ona.
Calzaba altas botas; pantalón y chaqueta de pena amarilla
obscura cubrían su cuerpo, y en la cabeza, a falta desombrero, llevaba un pañuelo que sujetaba su cabellera.
Colgada, al hombro llevaba una carabina y de su cinturón
pendía un machete de monte.
El perro, cuyas tiesas orejas estaban en continua escucha y
que ladraba animosamente cuando algún pato a vapor
golpeaba con las alas las tranquilas aguas del río, era un
animal extraño, parecido al mismo tiempo a un lobo y a un
zorro, delgado, pero musculoso y ágil,de hocico
puntiagudo y ojos vivaces. Como su amo, pertenecía a una
raza ya casi extinguida: la de los perros fueguinos.

2
La infancia de Onaisín
ONAISIN NACIÓ en Onayusha, costa de los anas, Tierra
del Fuego, en las márgenes del canal Beagle, una mañana
de enero.
Su padre era Tlescaia, un ona que alcanzaba casi los dos
metros de altura, poderoso de músculos, agilísimo y de
muy mal carácter. Sumadre, una mujer obscura, Llaca,
que vivía al lado de Tlescaia como uno de los tantos
perros que éste poseía. El día que Onaisín nació, su padre
andaba de caza por el interior de la isla acompañado de
varios indios. Cuando, con un guanaco al hombro y
seguido de su traílla, llegó al miserable chozo en que
vivía, la noticia de que la familia había aumentado durante
su ausencia no le hizo graciaalguna.
Tenía ya tres hijos, cuatro perros y una mujer, es decir,
ocho bocas que comían, sin contar la de él, más
hambrienta que todas las demás juntas; la caza era más
difícil de día en día; los hombres blancos aumentaban en
la isla en número y en rapacidad; el oro de los lavaderos
de Sloggett y de Bahía Valentín no les satisfacía; tampoco
se conformaban con la caza del lobo, y empezaban a
apoderarsede las tierras y de los animales; robaban al
indio sus perros y a veces sus niños y sus mujeres, y lo
empujaban hacia el mar, más allá del canal Beagle, hacia
las islas inclementes cercanas al Cabo de Hornos o a las

desoladas de la salida occidental del Estrecho de
Magallanes. ¡ Y todavía, como si todo eso no fuera
bastante, le nacía un hijo más!.
Quince días después Tlescaia cogió a su hijo enbrazos, lo
llevó
a la orilla del mar y sacándolo de la bolsa lo sumergió
desnudo en el agua. Se lo entregó después a la madre,
llamó a los perros y se marchó ‘hacia el interior de la isla.
Con esta ceremonia purificadora, que no logró matarlo,
Onaisín quedó incorporado a la vida social de la isla.
Su infancia se deslizó de manera espléndida. A los dos
años ya tenía nombre. Se le pusieron al...
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