La ciudad y los perros
1. Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros, 1963. Citamos LCP por la 12a. edición de la « Biblioteca Breve de Bolsillo» (Barcelona, Seix Barral, 1974). Los subrayados son siemprenuestros. 2. Cabe citar, a título de ejemplo, por lo menos dos obras que sitúan a LCP en una perspectiva teórica general: Leo Pollmann, La « nueva novela» en Francia y en Iberoamérica (Versión española de Julio Linares, Madrid, Gredos, BRH 159, 1971) y Osear Tacca, Las voces de la novela (Madrid, Gredos, BRH 194, 1973). 3. En la copiosísima bibliografía vargasllosiana, destaquemos tres títulos: JoséMiguel Oviedo, Mario Vargas Llosa, la invención de una realidad (Barcelona, Barral, 1970). Rosa Boldori de Baldussi, Vargas Llosa: un narrador y sus demonios (Buenos Aires, Fernando García Cambeiro, 1974) y José Luis Martín, La narrativa de Vargas Llosa (Madrid, Gredos, BRH 206, 1974).
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AIH. Actas VII (1980). La ciudad y los perros, génesis de un ciclo novelesco: análisis estilístico.PERERA...
modalidades y distancias de la focalización, los infinitos juegos con el tiempo en la narración —remotospectiva de los flash-back y prospectiva de las anticipaciones y prefiguraciones— y en la historia —aceleración del ritmo evenemencial, con acontecimientos graves, y morosidad de la evocación de nimiedades—, así como con el tiempo de la historia: decurso lineal y decurso interrumpido, ocon el tiempo de la narración: variantes notables de la relación tiempo de la historia/tiempo de la narración. Pero lo que nos interesa aquí no es reseñar, ni siquiera exponer sistemáticamente tanto análisis valioso, sino aislar y describir las particularidades que singularizan a algunos pasajes de LCP y que contienen, a nuestro entender, el germen de los rasgos estilísticos que caracterizan a buenaparte de la obta posterior de Mario Vargas Llosa. La primera tarea es sencilla, puesto que, en regla general, las breves secuencias que integran la novela son perfectamente coherentes y homogéneas. Salvo algún cambio más o menos discutible de punto de vista (Cf. 1, VIII, p. 153-168, Pdv de Gamboa hasta la p. 164, de Garrido luego) o alguna secuencia de focalización incierta (Cf. 1, II, 3, p.40-42),4 el autor opta por un tipo de instancia narrativa, con todos sus atributos, desde el comienzo de cada secuencia y se atiene a él hasta el final —a menudo, justo es decirlo, con rigor ejemplar. Cuatro secuencias escapan —en distinta medida y de diferente manera— a esa norma: la última secuencia del Cap. I (p. 31-34), la segunda secuencia del Cap. VI (p. 125-138), ambas en la Primera parte, y...
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