LA COMIDA DE GALA
Aprovechemos nuestro privilegio, y corramos a la gran sala del banquete para echarle un vistazo, mientras Tom se encuentra listo para una ocasión tan imponente. Es un aposento espacioso, de columnas y pilastras doradas y paredes y techos con pinturas. En la puerta se yerguen dos fornidos guardias, rígidos como estatuas, vestidosde ricos y pintorescos trajes y armados de alabardas. En una galería alta, que corre en tomo de toda la sala, hay una banda de músicos y compacta concurrencia de uno y otro sexo, brillantemente ataviada. En el centro del salón, sobre la tarima, está la mesa de Tom. Dejemos ahora que hable el viejo cronista:
“Un caballero entra en el aposento con una vara, y tras él otro, que trae un mantel;después de haberse arrodillado ambos tres veces con la mayor veneración, tienden el mantel sobre la mesa, y se retiran ambos tras una nueva genuflexión. Vienen luego otros dos, uno también con vara y otro con un salero, un plato y pan. Guando han hecho sus genuflexiones como los dos anteriores, y colocado dichos objetos sobre la mesa, se retiran con las mismas ceremonias realizadas por los primeros.Por fin, vienen dos nobles ricamente vestidos, uno de ellos con un trinchante, y después de haberse postrado tres veces de la manera más reverente, se acercan y frotan la mesa con pan y sal, dando muestras de tanto respeta como si el rey estuviera presente.”
Así terminan los solemnes preliminares. Luego, a lo lejos se oyeron en los corredores el estruendo de las trompetas, y el confuso grito de“¡Paso al rey, paso a la majestad del rey!” Estas voces se repiten una y otra vez, acercándose más y más, y de pronto, casi en nuestras barbas, suena la nota marcial y la voz de “¡Paso al rey!”, y aparece el brillante cortejo, que cierra filas a la puerta, con acompasada marcha. Dejemos hablar otra vez al cronista:
“Vienen primero barones, condes y caballeros de la Jarretera, todos ricamentevestidos y con la cabeza descubierta. Sigue después el canciller, entre otros dos personajes, uno de los cuales lleva el cetro real y el otro la espada de Estado en su vaina roja, cubierta de flores de lis y oro y con la punta hacia arriba. Luego viene el mismo rey, a quien al aparecer saludan doce trompetas y muchos tambores, con gran estruendo de las salvas, mientras en las galerías se levantantodos de sus asientos: ––¡Dios salve al rey!–– Vienen luego los nobles de su corte, y a su derecha e izquierda marcha su guardia de honor, sus cincuenta caballeros pensionarios, con doradas hachas de combate.”
Todo era hermoso y agradable. Tom sentía que le latía con más fuerza el corazón, y a sus ojos asomaba una luz de alegría. Avanzaba con la mayor gracia, tanto más cuanto que estaba ausentede ella, pues su espíritu estaba deleitado y absorto en el alegre espectáculo y los sones que le rodeaban; y además nadie puede verse feo con ropas ricas y bien portadas, una vez que se ha acostumbrado un poco a ellas, especialmente en el momento en que no se da cuenta de que las lleva. Tom recordó sus instrucciones y respondió a los saludos con una leve inclinación de su cabeza emplumada y uncortés: “Gracias, mi buen pueblo.”
Sentóse a la mesa sin quitarse su gorro, y lo hizo sin el menor embarazo, porque el comer con el gorro puesto era la única costumbre regia en que los reyes y los Canty se hallaban en terreno conocido, ya que ninguno de ellos aventajaba a los otros en esa familiaridad con el gorro. Rompió filas el cortejo, se agrupó pintorescamente y todos permanecieron con las...
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