La Comunidad Inoperante
JEAN-LUC NANCY
La Comunidad Inoperante
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Traducción de
Juan Manuel Garrido Wainer
SANTIAGO DE CHILE 2000
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ÍNDICE
P REFACIOTRADUCTOR................................................................................................3
DEL
P REFACIO A LA EDICIÓN ESPAÑOL.....................................................................................................7
EN
P RIMERA P ARTE La comunidad inoperante......................................................................................................9Nota...............................................................................................................48
SEGUNDA PARTE El mito interrumpido...................................................................................................49
TERCERA P ARTE «El comunismo literario»..........................................................................................................78
CUARTA P ARTE Delestar-encomún...............................................................................................................89
Q UINTA P ARTE La historia finita...................................................................................................................10 6
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PREFACIO DEL TRADUCTOR
1.
Sin confesarlo, el que pudiera llamárseles rastaquouèreslos agobiaba como algún defecto vergonzoso. Alberto BLEST GANA. Los Trasplantados. Volver al texto fuente, al origen, no es volver aquí al hogar seguro y abrigador, sino salir al destierro. He ahí el temor de la ontología. Andrés CLARO. La Inquisición y la Cábala. El arte del traductor consiste en hacer de la vacilación una decisión. Pablo OYARZUN. Introducción del traductor (en Crítica de laFacultad de Juzgar, ed. Monte Ávila, Caracas, 1991)
2.
La traducción es para nosotros nuestro malestar — nuestro mal-estar— en la filosofía. (…) La traducción como hipoteca de nuestra formación profesional en la filosofía se funda en la hipoteca del español como lengua para la filosofía. Entonces, el que la traducción sea nuestro m alestar en la filosofía nos remite a algo más profundo, nos lorevela: nuestro malestar —malestar— en la lengua. Pablo OYARZUN. Hedegger: tono y traducción.
Conviene fomentar una paradoja, ahora. Argumentos de toda clase podría dispensar el traductor para convencer de la necesidad de su tarea. Hacer tal, empero, no lo descarga de su responsabilidad, o libertad. No parece que haya alguna c orrespondencia segura entre, por un lado, los infinitos elementos quecontribuyen en volver atrayentes o incluso imperiosos —para evitar la palabra: «pertinentes»— la extirpación y el trasplante de una obra desde su lengua y contexto originarios, y por otro las decisiones, solitarias y no —las más veces no en todo caso— del traductor. O bien, si lo digo a la inversa: el traductor — puedo precisar, si se quiere, que hablo en mi nombre— nunca es respaldado, alcontrario parece desamparado, por aquello que motiva en el fondo su actividad. El por qué de una traducción no sujeta al cómo, más bien es lo que lo vuelve arduo. El deber del traductor no lo auxilia en su tarea. Quizás la paradoja deba progresar hasta volverse inaudible, al menos si e s verdad que conviene fomentarla. Pues se puede preguntar: ¿en qué lengua habla esa necesidad? Y puede responderse sinduda que en dos, que en un extraño y
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feliz encuentro (o desencuentro…) de dos lenguas, la de origen y la otra (la «meta»). Pero eso es ya una respuesta demasiado elaborada, y sólo quiero subrayar una e xperiencia. Me refiero a la del traductor que decide traducir: ¿en qué lengua escucha él su imperativo, si lo escucha? ¿acaso...
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