La crònica
Las faltas de respeto son continuas, nosotros les reclamamos y ellos a nosotros. ¿Quién tiene la razón?
Cada uno tieneuna historia que contar cada vez que sube a un micro.
Subir a un micro saliendo de la Universidad San Martin de Porres, desde mi facultad en hora de termino de clases, es un osadíacompleta. Los jóvenes estudiantes con el motivo de movilizarse van colgados de las puertas.
¿Subo?. Sí, subo; “me atrevo”, me digo a mi misma que soy valiente, que el trayecto no será muy largo,y así comienza mi travesía. Voy percibiendo olores desagradables, y…
El chofer dice: “oye, apégate pues hijita, para que puedan subir más.”
Escucho, pienso y hablo: “¿Cómo pretende quesuban más personas si el micro va repleto?”.
El chofer dirige su mirada fulminante hacia mi persona y luego hacia el pasadizo, y vocifera a punto de estallar: “Mira hijita, hazme el favor deavanzar o si no te bajas en el siguiente paradero. Me estas estorbando con el poco espacio donde puedo ganar más dinero. ” Escucho de pronto la voz de una señora diciendo: “ya pues, avanzay no hagas problemas.”
La miró, pienso: “que triste, exigimos menos accidentes de transito, un mejor trato por parte de los transportista; pero sin embargo, seguimos apoyándolos de unaforma tan consciente sin darnos cuenta”.
A pesar de todo el parloteo del cobrador y el chofer, no me muevo de mi sitio y “sí estoy dispuesta a llamar a un policía y exigir respeto”, piensobrevemente. Pero lo último que digo es “bajo en Villarán, por favor”. Abandono el micro y con él se va mi cólera e indignación por lo ocurrido.
“Vivencia de todos los días”, pienso.
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