La cultura
A mediados del siglo XIX, en Viena, se produjo el nacimiento de alguien cuyo destino (y sus méritos) lo habrían ubicado siempre un paso más adelante del resto de sus contemporáneos. Un hombre que habría podido echar la luz de la razón allí donde los prejuicios todo cegaban. Un hombre que no habría retrocedido nunca en aquellas zonas donde las leyes de la moralmarcaban la frontera que los pasos de los cobardes amantes de las buenas costumbres nunca se atrevían a cruzar. Ese hombre, huelga decirlo, sería Sigmund Freud.
Siendo judío, y sin contar con los recursos económicos suficientes, habría debido abandonar su primera dedicación profesional, la fisiología nerviosa, para dedicarse a la clínica de las enfermedades nerviosas. Y en ese campo,“descubriría el inconsciente”. Ese inconsciente que Charcot, aferrado a la neurología, habría tenido frente a sus narices y, sin embargo, rechazado. Lo mismo ocurriría con quien fue su primer compañero de viaje. Breuer habría abandonado la nave en el mismo instante que la sexualidad habría manchado la pureza del vínculo terapéutico que lo unía a su paciente.
Freud, el descubridor; Freud, el geniosolitario; Freud, el valiente; Freud, el adelantado. Éstas no son sino las imágenes con las que se construye el mito sobre el comienzo del psicoanálisis. En el campo de la historiografía puede llamarse mito de origen al relato que, sobre los inicios, se construye con el fin de legitimar una práctica, un grupo profesional, una teoría. Dicho relato cumple una triple función. Por un lado, permite quecada miembro de una comunidad se reconozca como tal en la misma medida que todos comparten cierto número de ideales. En segundo lugar, funciona como carta de presentación y factor de acreditación en el seno más amplio de la sociedad en la cual dicho grupo se inserta. Por último, dicho relato obliga a desconocer y/o rechazar cada uno de los factores. Es cierto que el mismo Freud contribuyó enbuena medida a la construcción de ese mito. También es indudable que, en muchas disciplinas, son los mismos practicantes los primeros en intentar delinear su historia y que, al hacerlo, construyen el pasado centrados en un presente (el propio) que suelen considerar como el momento de mayor progreso en el camino hacia “La verdad”. Lo paradójico es que sean los psicoanalistas los que considerenverdad irrefutable lo que un actor dice sobre sí, cuando la teoría que sostienen propone desconfiar de todo discurso que proviene del yo, para tomar aquellos elementos que cuestionen la ilusión de unidad imaginaria y de identidad. Psicoanálisis e historia, aunque utilizan diferentes métodos y apuntan a distintos propósitos, deberían compartir una misma sospecha: la que recae sobre aquello que sepresenta como “La verdad”. Sentido común, certezas dadas, ideales compartidos, imágenes identitarias son algunos de los obstáculos que historiadores y analistas encuentran en su quehacer. Sólo cuando es posible cuestionarlos, cierta verdad logra constituirse, contingentemente, como el efecto de un laborioso recorrido. Lamentablemente, algunos psicoanalistas parecen olvidar dicha actitud crítica almomento de hacer su propia historia.
Ahora bien, no sólo los psicoanalistas escriben o adhieren a versiones historiográficamente cuestionables respecto de su origen. También la denuncia banal y el panfleto pueden delinear un mito que intente cohesionar y acreditar a otros grupos profesionales. El libro negro del psicoanálisis puede tener el mérito de intentar legitimarse en cierta historia conel fin de posicionarse en el campo (y el mercado) de las disciplinas “psi”. Pero, el libro en sí, dice algo de ciertos psicoanalistas y muy poco de historia o de psicoanálisis.
En el presente texto se presentarán algunas perspectivas críticas respecto de los modos tradicionales de la historia del psicoanálisis. Para ello serán de utilidad varios de los conceptos y desarrollos que han...
Regístrate para leer el documento completo.