La divina comedia
En medio del camino de nuestra vida
me encontré por una selva oscura,
3 porque la recta vía era perdida.
¡Ay, que decir lo que era es cosa dura
esta selva salvaje, áspera y fuerte,
6 cuyo recuerdo renueva la pavura!
Tanto es amarga, que poco lo es más lamuerte:
pero por tratar del bien que allí encontré,
9 diré de las otras cosas que allí he visto.
No sé bien redecir como allí entré;
tan somnoliento estaba en aquel punto,
12 cuando el veraz camino abandoné.
Pero así como llegué junto al pie de un monte,
allá donde aquel vallecesaba,
15 que de pavor me había acongojado el corazón,
miré en alto, y vi sus espaldas
vestidas ya de rayos del planeta,
18 que a todos lleva por toda senda recta.
Entonces se aquietó un poco el espanto,
que en el hueco de mi corazón había durado
21 la noche entera, que pasé con tantoafán.
Y como aquel que con angustiado resuello
salido fuera del piélago a la orilla
24 se vuelve al agua peligrosa y la mira;
así mi alma, que aún huía,
volvióse atrás a remirar el cruce,
27 que jamás dejó a nadie con vida.
Una vez reposado el fatigado cuerpo, retomé el camino por la desierta playa,
30 tal que el pie firme era siempre el más bajo;
y al comenzar la cuesta,
apareció una muy ágil y veloz pantera,
33 que de manchada piel se cubría.
Y no se apartaba de ante mi rostro;
y así tanto me impedía el paso,
36 que me volví muchas veces para volverme. Era la hora del principiar de la mañana,
y el Sol allá arriba subía con aquellas estrellas
39 que junto a él estaban, cuando el amor divino
movió por vez primera aquellas cosas bellas;
bien que un buen presagio me auguraban
42 de aquella fiera la abigarrada piel,
la ocasión delmomento, y la dulce estación:
pero no tanto, que de pavor no me llenara
45 la vista de un león que apareció.
Venir en contra mía parecía
erguida la cabeza y con rabiosa hambruna,
48 que hasta el aire como aterrado estaba:
y una loba que por su flacura
cargada estaba de todas lashambres,
51 y ya de mucha gente entristecido había la vida.
Tanta fue la congoja que me infundió
el espanto que de sus ojos salía,
54 que perdí la esperanza de la altura.
Y como aquel que goza en atesorar,
y llegado el tiempo en que perder le toca,
57 su pensamiento entero llora y secontrista;
así obró en mi la bestia sin paz,
que, viniéndome de frente, poco a poco,
60 me repelía a donde calla el Sol.
Mientras retrocedía yo a lugar bajo,
ante mis ojos se ofreció
63 quien por el largo silencio parecía mudo.
Cuando a éste vi en el gran desierto Ten piedad de mí, le grité,
66 quienquiera seas, sombra u hombre cierto.
Respondióme: No hombre, hombre ya fui,
y lombardos fueron mis padres,
69 y ambos por patria Mantuanos.
Nací sub Julio, aunque algo tarde,
y viví en Roma bajo el buen Augusto,
72 en tiempos de...
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