La Dos Doncellas

Páginas: 61 (15244 palabras) Publicado: 5 de noviembre de 2012
Cinco leguas de la ciudad de Sevilla está un lugar que se llama Castilblanco, y en uno de muchos mesones que tiene, a la hora que anochecía, entró un caminante sobre un hermoso cuartago extranjero. No traí ;a criado alguno, y sin esperar que le tuviesen el estribo, se arrojó de la silla con gran ligereza. Acudió luego el huésped (que era hombre diligente, y de recado) mas no fue tan presto que noestuviese ya el caminante sentado en un poyo que en el portal había, desabrochándose muy apriesa los botones del pecho, y luego dejó caer los brazos a una y a otra parte dando manifiesto indicio de desmayarse. La huéspeda, que era caritativa, se llegó a él y rociándole con agua el rostro le hizo volver en su acuerdo; y él, dando muestras que le había pesado de que as í le hubiesen visto, sevolvió a abrochar, pidiendo que le diesen luego un aposento donde se recogiese; y que si fuese posible, fuese solo. Díjole la huéspeda que no había más de uno en toda la casa y que ten&iacu te;a dos camas, y que era forzoso, si algún huésped acudiese, acomodarle en la una. A lo cual respondió el caminante que él pagaría los dos lechos, viniese o no huésped alguno. Y sacando un escudo de oro se le dio ala huéspeda, con condición que a nadie diese el lecho vacío. No se descontentó la huéspeda de la paga, antes se ofreció de hacer lo que le pedía aunque el mismo Deán de Sevilla llegase aquella noche a su casa. Preguntóle si quería cenar y respondió que no, mas que sólo quería que se tuviese gran cuidado con su cuartago. Pidió la llave del aposento, y llevando consigo unas bolsas grandes de cuerose entró en él y cerró tras sí la puerta con llave, y aun (a lo que depués pareció) arrimó a ella dos sillas.

Apenas se hubo encerrado cuando se juntaron a consejo el huésped y la huéspeda, y el mozo que daba la cebada, y otros dos vecinos que acaso allí se hallaron, y todos trataron de la grande hermosura y gallarda di sposición del nuevo huésped, concluyendo que jamás tal belleza habían visto.Tanteáronle la edad y se resolvieron que tendría de diez y seis a diez y siete años. Fueron y vinieron, y dieron y tomaron (como suele decirse) sobre qué podía haber sido la causa del desmayo que le dio; pero como no la alcanzaron, quedáronse con la admiración y su gentileza. Fuéronse los vecinos a sus casas y el huésped a pensar el cuartago y la huéspeda a aderezar algo de cenar, por si otroshuéspedes viniesen; y no tardó mucho, cuando entró otro de poca más edad que el primero, y no de menos gal lardía; y apenas le hubo visto la huéspeda, cuando dijo:

–¡Válame Dios! y ¿qué es esto? ¿vienen por ventura esta noche a posar ángeles a mi casa?

–¿Por qué dice eso la señora huéspeda? –dijo el caballero.

–No lo digo por nada, señor –respondió la mesonera–, sólo digo que vuesa merced nose apee porque no tengo cama que darle, que dos que tenía las ha tomado un caballero que está en aq uel aposento, y me las ha pagado entrambos aunque no había menester más de la una sola, porque nadie le entre en el aposento, y es que debe de gustar de la soledad; y en Dios y en mi ánima que no sé yo por qué, que no ti ene él cara ni disposición para esconderse sino para que todo el mundo le veay le bendiga.

–¿Tan lindo es, señora huéspeda? –replicó el caballero.

–Y ¡cómo si es lindo –dijo ella–, y aún más que relindo!

–Ten aquí, mozo –dijo a esta sazón el caballero–, que aunque duerma en el suelo, tengo de ver hombre tan alabado.

Y dando el estribo a un mozo de mulas que con él venía, se apeó e hizo que le diesen luego de cenar, y así fue hecho. Y estando cenando entró unalguacil del pueblo (como de ordinario en los lugare s pequeños se usa) y sentóse a conversación con el caballero en tanto que cenaba, y no dejó entre razón y razón de echar abajo tres cubiletes de vino y de roer una pechuga y una cadera de perdiz que le dio el caba llero, y todo se lo pagó el alguacil con preguntarle nuevas de la Corte y de las guerras de Flandes y bajada del Turco, no...
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