La Dos Doncellas
Apenas se hubo encerrado cuando se juntaron a consejo el huésped y la huéspeda, y el mozo que daba la cebada, y otros dos vecinos que acaso allí se hallaron, y todos trataron de la grande hermosura y gallarda di sposición del nuevo huésped, concluyendo que jamás tal belleza habían visto.Tanteáronle la edad y se resolvieron que tendría de diez y seis a diez y siete años. Fueron y vinieron, y dieron y tomaron (como suele decirse) sobre qué podía haber sido la causa del desmayo que le dio; pero como no la alcanzaron, quedáronse con la admiración y su gentileza. Fuéronse los vecinos a sus casas y el huésped a pensar el cuartago y la huéspeda a aderezar algo de cenar, por si otroshuéspedes viniesen; y no tardó mucho, cuando entró otro de poca más edad que el primero, y no de menos gal lardía; y apenas le hubo visto la huéspeda, cuando dijo:
–¡Válame Dios! y ¿qué es esto? ¿vienen por ventura esta noche a posar ángeles a mi casa?
–¿Por qué dice eso la señora huéspeda? –dijo el caballero.
–No lo digo por nada, señor –respondió la mesonera–, sólo digo que vuesa merced nose apee porque no tengo cama que darle, que dos que tenía las ha tomado un caballero que está en aq uel aposento, y me las ha pagado entrambos aunque no había menester más de la una sola, porque nadie le entre en el aposento, y es que debe de gustar de la soledad; y en Dios y en mi ánima que no sé yo por qué, que no ti ene él cara ni disposición para esconderse sino para que todo el mundo le veay le bendiga.
–¿Tan lindo es, señora huéspeda? –replicó el caballero.
–Y ¡cómo si es lindo –dijo ella–, y aún más que relindo!
–Ten aquí, mozo –dijo a esta sazón el caballero–, que aunque duerma en el suelo, tengo de ver hombre tan alabado.
Y dando el estribo a un mozo de mulas que con él venía, se apeó e hizo que le diesen luego de cenar, y así fue hecho. Y estando cenando entró unalguacil del pueblo (como de ordinario en los lugare s pequeños se usa) y sentóse a conversación con el caballero en tanto que cenaba, y no dejó entre razón y razón de echar abajo tres cubiletes de vino y de roer una pechuga y una cadera de perdiz que le dio el caba llero, y todo se lo pagó el alguacil con preguntarle nuevas de la Corte y de las guerras de Flandes y bajada del Turco, no...
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