La Educacion En Mexico Del Siglo Xviii
La vida colonial incorporó la fiesta celestial de los altares al fasto de sus ceremonias públicas en las que tanto la exaltación de la muerte, como de la miseria humana eran ocasión para sermones y colectas. La producción minera de la primera mitad del siglo XVIII trajo una fiebre constructiva que dió su fisonomía a lo que hoy denominamos Centro Histórico.
En el nuevo siglola debilidad de los novohispanos por fiestas y juegos, el buen comer y los instintos carnales envueltos en un ambiente de misticismo religioso dio origen a expresiones exaltadas de devoción: novenas, procesiones, penitencias, locutorios en los conventos y hasta platillos monjiles como el mole.
Pórtico de ingreso a la iglesia de San Francisco
En efecto, la profusión de chiles, hierbas y saboresimpregnaron el arte de la ciudad que se representaba en una escenografía barroca embarcada en España, mezclada con estilos y adornos que tomaron un sabor local. Su influencia llenó los altares, las casonas señoriales y quedó impronta en vajillas, arcones y adornos de plata de toda índole. La destreza y sensibilidad indígenas se unieron a los exóticos diseños traídos desde Cathay, Filipinas yMacao que pronto subieron a las cúpulas de las iglesias en forma de azulejos.
La primera mitad del siglo XVIII fue la etapa de reconstrucción y remodelación de la ciudad más activa de su historia, en especial las patrocinadas por las órdenes religiosas que después de dos siglos de presencia novohispana habían dejado atrás los ideales de sencillez y austeridad. Ahora se estrenan flamantes iglesias yconventos. El mayor de todos fue el conjunto conventual de San Francisco cuyo templo fue estrenado en 1716. No menos fastuosos fueron La Profesa (jesuitas), Regina Coeli (1731), el lujoso templo de Santo Domingo (1736) y el Colegio de la Propaganda Fide de San Fernando perteneciente a los franciscanos donde partieron las misiones que ganaran la mítica California.
Urbe desbordada
La ciudadhabía rebasado la traza del siglo XVI debido al crecimiento de la población, por lo que las necesidades de todo tipo se multiplicaron: así, el afán culterano del siglo anterior se desbordó en colegios magníficos patrocinados por los jesuitas como San Ildefonso (1740), San Pedro y San Pablo. Entonces apareció una de las primeras escuelas laicas: el colegio de niñas llamado Vizcaínas (1752) cuyaenorme extensión habla del aumento de la demanda, pero también de la pobreza que se multiplicaba.
En contraste, las condiciones higiénicas no mejoraban, pese a la creación de hospitales como el del Amor de Dios, no se evitó la aparición de la epidemia de Matlazáuatl. Entre otros males las inundaciones todavía amenazaban la integridad de la ciudad, por lo que se reforzaron los diques de Mexicalzingo(al sur) y Zumpango (al norte). Esto permitió que se empedraran más calles y plazas cuyo numero e importancia iba en ascenso. En las plazas de Santa Catarina, Santo Domingo, Loreto, San Juan, San Sebastián, el Carmen, el Volador y sobre todo en la Plaza Mayor se vendían productos de la tierra, artesanías y comida, que en ocasiones las convertía en muladares.
El mayor de todos se localizaba ala puertas del Palacio Real (que alojaba casa de juego y hasta pulquería), donde se daban cita todas las castas. El gentío, la revoltura y el apretujamiento hacen imprescindible que cada quien use atuendos acordes a su condición y mérito. El resultado es una de las más fascinantes representaciones humanas: un teatro del Nuevo Mundo cuyos personajes llevan nombres pintorescos o discriminatorios:china, coyote, salta atrás, mulato, albino, no te entiendo...
La convivencia cercana de las clases sociales es algo que hoy se ha borrado, pero que entonces era visible. Para la nobleza criolla era imprescindible, por tanto, la ostentación. Las familias ricas gastaban fortunas en conseguir títulos nobiliarios y en transformar sus casonas en Palacios. Así surgieron: la Casa de los Azulejos...
Regístrate para leer el documento completo.