La Embustera

Páginas: 8 (1833 palabras) Publicado: 28 de julio de 2015
"La embustera " Yo no he querido mas que a una mujer en toda mi vida - nos decía el cierta ocasión el pintor D....Pasé toda mi vida con ella cinco años de felicidad perfecta. Puedo decir que a ella le debo toda mi fama , pues a su lado el trabajo me resultaba fácil y me sentía inspirado. Cuando la conocí, creí que era mía desde tiempo inmemorial. Su belleza, su carácter, respondían plenamente atodas mis ilusiones. Aquella mujer no me abandonó jamás; murió en mi casa, entre mis brazos amándome. Pues bien, cuando pienso en ella, me es imposible contenerme y me domina la ira. Si procuro representármela tal como la vi durante los cinco años, en los mejores días de nuestro amor, con su esbelta y alta figura, su palidez dorada, sus facciones de judía oriental, regulares y finísimas, su vozsuave, lo mismo que su mirada, si procuro dar cuerpo a esta visión deliciosa, es para decirle, con tanta fuerza como soy capaz: “Te aborrezco" Se llamaba Clotilde. En la casa de los amigos, donde la vi por primera vez, la conocían por madame Deloche y decían que era viuda de un capitán de barco. Parecía haber viajado mucho. En el curso de una conversación,decía con frecuencia: “Cuando estaba en labahía de Tampico o “Una vez en Valparaíso”. No había nada, aparte de esto, ni en sus ademanes ni en su manera de hablar que delatase la vida nómada o el desorden y la precipitación de las salidas apresuradas y las arribadas bruscas. Era parisiense, vestía de un modo exquisito, sin aquellos detalles ridículos que delatan a la esposa del marino, acostumbraba a llevar siempre el vestido de viaje.Cuando comprendí que la amaba, mi único deseo era casarme. Alguien le habló de mí . Ella se limitó a decir que no quería contraer nuevo matrimonio. Decidí no volver a verla y como no podía pensar en otra cosa y me era imposible trabajar, decidí irme a correr mundo. Estaba haciendo mis preparativos de viaje, cuando una mañana en mi propio estudio, en el desorden de los muebles abiertos y de las maletasa medio hacer, vi entrar con gran estupefacción mía a madame Deloche. -¿Por qué se marcha usted?- dijo con dulzura-¿Porque me quiere? Yo también le quiero. Pero estoy casada. Y a continuación, me reveló su historia. Toda una novela de amor y abandono. Su marido bebía y le pegaba. Se habían separado a los tres años de matrimonio. Su familia, de la que parecía, mostrarse muy orgullosa ocupaba unaposición muy destacada en París; pero desde su boda, no querían recibirla. Era sobrina de un gran rabino. Su hermana viuda de un militar de alta graduación, estaba casada en segundas nupcias con el director del bosque de Saint Germain. Ella arruinada por su marido, había conservado una serie de habilidades de su primera educación que le permitían ganarse la vida. Daba clases de piano en algunascasas distinguidas de la Chausse d' Autin y del barrio de Saint Honoré, con lo que conseguía cubrir bien sus necesidades. Su historia era conmovedora, aunque un poco larga, llena de repeticiones y de esos interminables incidentes que atiborran los relatos femeninos. Por tanto invirtió varios días en contármela. Yo había alquilado una casita para dos en la Avenida de la Emperatriz, entre callessilenciosas y jardines tranquilos. Allí me hubiera pasado un año, escuchándola, mirándola, contemplándola, sin pensar en trabajar. Fue ella quien me impulsó a volver al estudio y no pude prohibirle que continuara con sus clases. Aquella dignidad de su vida, de la que tenía mucho cuidado, me conmovía en extremo. Me admiraba su ánimo altivo y me sentía algo humillado ante aquella firme voluntad que todolo debía al trabajo. Durante el día estábamos separados y solo de noche nos reuníamos en nuestra casa. ¡Con que ilusión entraba, que impaciencia me dominaba cuando ella tardaba en volver y que alegría cuando ya la encontraba allí! De sus excursiones a París, me traía ramos de flores y otros recuerdos. A veces yo la obligaba a que me aceptara un regalo y ella riendo me contestaba que era mas rica...
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