La Eneida

Páginas: 15 (3682 palabras) Publicado: 2 de mayo de 2014
n, gobernándola por las ondas tenebrosas. Lanzando hondos gemidos, y conmovido su ánimo por la desgracia de su amigo, exclamó:

¡Oh Palinuro! Por tu excesiva con­fianza en la serenidad del cielo y del mar, yacerás insepulto en una ribera ignorada.

Eneas desciende a los infiernos (Del canto VI)

Había una profunda caverna, defendi­da por un negro lago y por las tinieblas de los bosques. Yera tal el vapor hediondo que se levantaba hasta la bóveda del cielo, que ningún pájaro podía volar libremente por encima.

Eneas elevó altares nocturnos y entregó a las llamas las visceras enteras de los toros, derramando espeso aceite sobre las entrañas ardientes.

Y he aquí que a los primeros rayos del sol naciente, el suelo comenzó a mugir bajo sus pies y las copas de los árboles del bosquea agitarse, oyéndose unos ladridos en la sombra, como de unos perros que sintieran la proximidad de la diosa.

¡Lejos de aquí, profanos! ?clamó la profetisa [que acompañaba a Eneas]?; ¡retiraos de todo este bosque sagrado! Y tú, emprende la marcha y desenvaina tu espada; ahora es cuando necesitas te­ner valor, Eneas, ahora cuando has de mostrar un corazón firme.

Y diciendo esto, se precipitófuriosa en lo profundo de la caverna, y Eneas la siguió con intrepidez.

Iban solos, en la oscura noche, a través de las vacías moradas y el desierto reino de Plutón, semejantes al que atraviesa un bosque a la luz escasa e incier­ta de la luna, cuando Júpiter ha cubierto el cielo de nubes y las sombras roban el color a los objetos.

En el mismo vestíbulo, a la entrada de las gargantas delOrco, tienen su morada el Duelo y los Remordimientos vengadores; allí habitan las pálidas Enfermedades, la triste Vejez, el Temor y el Hambre, mala consejera, así como la horrible Pobreza, monstruos todos de es­pantoso especto; la Muerte, el Dolor, y luego, el Sueño, hermano de la muerte, y los funestos goces del alma. En el um­bral de enfrente moran la Guerra mortífera, las Euménides, en sus férreasjau­las, y la Discordia insensata, con su cabellera de víboras y las vendas teñidas de sangre que ciñen sus miembros.

En medio, un olmo gigantesco y negro extendía sus ramos seculares, en cu­yas hojas, según dicen, habitan los vanos sueños. Además encontrábanse allí mil fantasmas monstruosos y variados: los Centauros, cuya cuadra está ante las puertas; las biformes Escilas; Briareo el de loscien brazos; el monstruo de Lerna, lanzando horribles silbidos; la Quimera armada de llamas; las Gorgonas; las Arpías, y Gerión con sus tres cuerpos.

De allí arranca el camino que conduce a las ondas del Aqueronte del Tártaro, sima cenagosa, profundo abismo de barro que hierve y descarga toda su arena en el Cocito. Guarda esas aguas y ese río un horrible barquero, Caronte, espantosamente sucio,con una abundante barba blanca, mal cuidada, unos ojos fijos, llameantes, cubiertos con sórdido manto colgado de los hombros. Allí una multitud se agolpaba sobre las riberas. Erguidos, y tendiendo las manos en su avidez de alcanzar la otra orilla, todos pedían ser los primeros en pasar. Pero el triste barquero tomaba ora a éstos, ora a aquéllos, y arrojaba a otros de la orilla.

Eneas, a quienaquel tumulto asombraba y conmovía, preguntó a la Sibila:

¿Qué piden esas almas? ¿A qué obedece que se aleje a las unas de la orilla, mientras se permite a las otras barrer con los remos las lívidas ondas?

La anciana sacerdotisa le respondió brevemente:

Toda esa multitud que ves se en­cuentra sin asistencia y sin sepultura. Durante cien años andan errantes en torno de esas orillas. Tansólo entonces se les admite, y al fin pueden ver las ansiadas riberas.

Y he aquí que se le acercó [a Eneas] el piloto Palinuro, que no hacía mucho, en la travesía del mar de Libia, había caído de la popa mientras observaba las constelaciones, desapareciendo en el seno de las ondas. Apenas hubo reconocido Eneas en las densas tinieblas a su amigo afligido, le dirigió así la palabra:

¿Cuál de...
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