La Espera

Páginas: 6 (1410 palabras) Publicado: 5 de mayo de 2015
EDITADO POR "EDICIONES LA CUEVA"

LA ESPERA
JORGE LUIS BORGES
El coche lo dejó en el cuatro mil cuatro de esa calle del Noroeste. No habían dado las
nueve de la mañana; el hombre notó con aprobación los manchados plátanos, el
cuadrado de tierra al pie de cada uno, las decentes casas de balconcito, la farmacia
contigua, los desvaídos rombos de la pinturería y ferretería. Un largo y ciego paredónde
hospital cerraba la acera de enfrente; el sol reverberaba, más lejos, en unos invemáculos.
E1 hombre pensó que esas cosas (ahora arbitrarias y casuales y en cualquier orden,
como las que se ven en los sueños) serían con el tiempo, si Dios quisiera, invariables,
necesarias y familiares. En la vidriera de la farmacia se leía en letras de loza: Breslauer,
los judíos estaban desplazando a lositalianos, que habían desplazado a los criollos.
Mejor así; el hombre prefería no alternar con gente de su sangre.
El cochero le ayudó a bajar el baúl; una mujer de aire distraído o cansado abrió por fin
la puerta. Desde el pescante el cochero le devolvió una de las monedas, un vintén
oriental que estaba en su bolsillo desde esa noche en el hotel de Melo. E1 hombre le
entregó cuarenta centavos, y en elacto sintió: "Tengo la obligación de obrar de manera
que todos se olviden de mí. He cometido dos errores: he dado una moneda de otro país
y he dejado ver que me importa esa equivocación".
Precedido por la mujer, atravesó el zaguán y el primer patio. La pieza que le habían
reservado daba, felizmente, al segundo. La cama era de hierro, que el artífice había
deformado en curvas fantásticas, figurandoramas y pámpanos; había, asimismo, un alto
ropero de pino, una mesa de luz, un estante con libros a ras del suelo, dos sillas
desparejas y un lavatorio con su palangana, su jarra, su jabonera y un botellón de vidrio
turbio. Un mapa de la provincia de Buenos Aires y un crucifijo adornaban las paredes;
el papel era carmesí, con grandes pavos reales repetidos, de cola desplegada. La única
puertadaba al patio. Fue necesario variar la colocación de las sillas para dar cabida al
baúl. Todo lo aprobó el inquilino; cuando la mujer le preguntó cómo se llamaba, dijo
Villari, no como un desafío secreto, no para mitigar una humillación que, en verdad, no
sentía, sino porque ese nombre lo trabajaba, porque le fue imposible pensar en otro. No
lo sedujo, ciertamente, el error literario de imaginar queasumir el nombre del enemigo
podía ser una astucia. El señor Villari, al principio, no dejaba la casa; cumplidas unas
cuantas semanas, dio en salir, un rato, al oscurecer. Alguna noche entró en el
cinematógrafo que había a las tres cuadras. No pasó nunca de la última fila; siempre se
levantaba un poco antes del fin de la función. Vio trágicas historias del hampa; éstas, sin
duda, incluían errores,éstas, sin duda, incluían imágenes que también lo eran de su vida
anterior; Villari no las advirtió porque la idea de una coincidencia entre el arte y la
realidad era ajena a él. Dócilmente trataba de que le gustaran las cosas; quería
adelantarse a la intención con que se las mostraban. A diferencia de quienes han leído
novelas, no se veía nunca a sí mismo como un personaje del arte.
No le llegójamás una carta, ni siquiera una circular, pero leía con borrosa esperanza una
de las secciones del diario. De tarde, arrimaba a la puerta una de las sillas y mateaba con
seriedad, puestos los ojos en la enredadera del muro de la inmediata casa de altos. Años
de soledad le habían enseñado que los días, en la memoria, tienden a ser iguales, pero
que no hay un día, ni siquiera de cárcel o dehospital, que no traiga sorpresas, que no sea
al trasluz una red de mínimas sorpresas. En otras reclusiones había cedido a la tentación

de contar los días y las horas, pero esta reclusión era distinta, porque no tenía término,
salvo que el diario, una mañana, trajera la noticia de la muerte de Alejandro Villari.
También era posible que Villari ya hubiera muerto y entonces esta vida era un sueño.
Esa...
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