La espera

Páginas: 12 (2779 palabras) Publicado: 28 de septiembre de 2010
LA ESPERA

Un día más que por fin acaba…-expresó Tomás
Su rostro cansado, su mirada triste y un lento caminar eran clara muestra del dolor que a lo largo de los años y los días se habían alojado, tal vez para nunca separarse de él, cuando menos eso pensaba, cotidianamente. Y no es que fuera un mártir, mucho menos un masoquista que disfrutara del sufrimiento al que en muchas ocasiones nosenfrentamos, sino que él no podía comprender hasta dónde, hasta cuando, hasta en qué momento se cumpliría la promesa del Señor.
No es que no tuviera fe, o que pensara que Dios no cumple sus promesas. Él mismo, sin que nadie se lo contara había experimentado muchas veces, eso que llaman “milagros” y que tanto asombran a las gentes. Y no una vez, ni dos, ni tres. Su propia vida y poder contarlapasando los cuarenta, era en sí mismo el principal de los milagros. Por supuesto, que no es raro pasar de los cuarenta y llegar a los cincuenta para cualquier persona. Lo verdaderamente milagroso es que en una vida tan accidentada, tan lejos de Dios y con tantos percances, él siguiera vivo y esperando… No es que tuviera prisa o estuviera desesperado. En todo momento se decía para sí. Pero habíadías que su fe, verdaderamente era probada. Y éste día en especial era uno de esos días, en los cuales contaba, con ansiedad, no solo el pasar de las horas, sino también el correr de los minutos y el llegar de los segundos, que en los momentos de mayor angustia parecen detenerse, aferrarse a partir, a desaparecer, agarrándose de donde pueden, como con las uñas o las garras, según sea el caso,negándose a desaparecer. Pero para Tomás, el detenerse los segundos era el sufrir de la agonía, la prolongación del inmenso dolor que su cansado corazón tenía.
-¿Por qué no acaba el día? Gritó angustiado.
A lo que solo un silencio prolongado fue la respuesta.
Para cualquier persona tener un mal día es muy común, ¿pero…enojarse tanto… por un mal día? Definitivamente algo andaba muy mal en la vidade Tomás. Su malestar no era normal. Había algo que no encajaba en la respuesta de un discípulo tan entusiasta y apasionado, al servicio del Señor. Y es que Tomás se caracterizaba por ser un miembro de la congregación que estaba comprometido con la obra del Señor. En cada actividad a la que era convocado asistía con alegría, siempre atento de mostrar con su servicio la gratitud que tenía haciaEl Señor. Era agradable ver que siempre estaba proponiendo algo novedoso para la iglesia, algo refrescante, algo que en un instante impactaba a todos los miembros, motivando a la reflexión y al establecimiento de nuevas metas en la congregación, lo que era por sí mismo un motivo de gran entusiasmo para todos. De tal modo que ver a Tomás en ese estado era preocupante…
---¡ Pero si Él Señor, melo había prometido!—dijo para si entre sollozos. Al tiempo que como hilacho viejo y olvidado se aventaba sobre el sillón de sus recuerdos, que se encontraba frente al enorme ventanal de su casa, donde le gustaba disfrutar de la puesta del sol, y el brillar de las estrellas en la bóveda celeste, mientras cada noche degustaba un calientito café, en su viejo y accidentado jarro, traído de Tlayacapan.Esa noche el café tuvo que esperar. Esa noche no aguantó más y una lágrima, lenta y pausadamente fue escurriendo en su mejilla. Mientras el silencio de la noche inundó su hogar. Él no podía comprender, por qué motivo tenía que continuar la espera. Si apenas hacía unos días que todo parecía tan distinto. En un instante sus más grandes anhelos parecían estar al alcance de sus manos. Enespecial la ilusión de haber encontrado al “gran amor de su vida”. Y es que una hija de Dios es un gran regalo, hasta para el más exigente. En el caso de Tomás, haber conocido a Abigail fue maravilloso. Ella era una mujer virtuosa de mirada firme y de ojos brillantes, asomarse a través de ellos, para Tomás, fue como tomar un vaso de agua en el desierto. En un momento sintió como una inmensa paz iba...
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