la espiritualidad del periodo aborigen
La preocupación de las comunidades aborígenes por el destino de sus difuntossereflejan en la existencia de cementerios organizados, situados junto a los poblados – base y usados por largo tiempo. Algunos de estos enterramientos estaban acompañados de ofrendas funerariascompuestasespecialmente de pequeños guijarros, objetos de concha y hachas de piedra pulida.
Hace 4000-600 a.C para la sociedad andina de entonces, las conchas marinas constituían un material muyvalioso y deun enorme significado. Los grandes caracoles marinos servían como trompetas, pututos o quipas, utilizadas en ceremonias religiosas. Se les consideraba también símbolo importante de lafertilidadmasculina y servían de ofrendas a los dioses. Otras conchas eran apreciadas por su brillo y color, y con ellas se elaboraban ornamentos personales muy codiciados y diversos objetos de culto.Por sobre todasera estimada la concha de una ostra espinosa de la especie spondylus princeps (mullu, en quichua). Su bello color rojo sangre, su brillo y su forma particular, acaso permitía unaidentificación conuna vulva, por lo que era considerada como elemento propiciador de la fertilidad, de la lluvia y del agua de riego y de la reproducción de los seres humanos, los animales y lasplantas. Por su granvalor simbólico, se la creía el alimento preferido de los dioses e irreemplazable como ofrenda en los lugares de culto. Los hombres, a imitación de las divinidades, gustabanadornarse con objetosmanufacturados con ese material. Todas estas características permitieron que esta concha no solo sea una importante mercancía comercial sino medida de valor y medio de acumulaciónde riqueza.
Hacia 300a.C. Se establecieron grandes centros ceremoniales, conformados por multitud de tolas o pirámides de tierra, sobre las que se levantaban “templos” o edificios de culto.
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