la facu
Kurt Vonnegut Jr.
Dos viejos se encontraban sentados una mañana en la banca de un parque, gozando del sol de Tampa, Florida: uno, tratando tenazmente de leer un libro que era obvio disfrutaba, mientras que el otro, un tal Harold K. Bullard, le contaba la historia de su vida en el tono redondo y lleno de un orador ante un equipo de sonido. Echado a sus pies seencontraba el perro de caza labrador de Bullard, que atormentaba aún más al oyente sobándole los tobillos con su gran nariz húmeda.
Bullard, quien antes de su retiro había conocido el éxito en numerosos campos, gozaba revisando su pasado. Pero se enfrentaba al problema que complica la vida de los caníbales, esto es, que no es posible utilizar a la misma víctima una y otra vez. Cualquiera quehubiese pasado un día con él y su perro se negaba a compartir su banca con ellos de nuevo.
Así que Bullard y su perro iban a través del parque cada día a la búsqueda de caras nuevas. Habían tenido buena suerte esta mañana, ya que inmediatamente habían encontrado a este desconocido y era claro que se trataba de alguien acabado de llegar a la Florida, aún bien cubierto por un traje de grueso paño,con cuello almidonado y corbata y sin nada mejor que hacer que leer.
- Sí - dijo Bullard, redondeando la primera hora de su conferencia -, en mis tiempos hice y perdí cinco fortunas.
- Eso decía usted - replicó el desconocido, cuyo nombre Bullard se había olvidado de preguntar. Con cuidado, no, no, no - dijo al perro, que se volvía cada vez más agresivo con sus tobillos.
-¿Ah? ¿Ya le contéeso, no? - dijo Bullard. - Dos veces.
- Dos en bienes raíces, una en fierro viejo, una en petróleo y una en transportes camioneros.
- Eso decía usted.
-¿Ah, sí? Pues sí, me imagino que sí. Dos en bienes raíces, una en fierro viejo, una en petróleo, y una en transportes camioneros. Y no me arrepiento de eso un solo día.
- No, me imagino que no - dijo el desconocido -. Perdóneme, pero ¿no seríaposible cambiar a su perro a otro sitio? Me está...
-¿El perro?, - dijo Bullard cordialmente -. Es el perro más amigable de todo el mundo. No debe tenerle miedo.
- No le tengo miedo. Es que me está volviendo loco, olfateando mis tobillos.
- Plástico - dijo Bullard, con una risita. - ¿Cómo?
- Plástico. Debe haber algo de plástico en sus ligas. Caray, le apuesto a que son esos botoncitos. Tanseguro como que estamos sentados aquí, esos botones deben ser de plástico. Ese perro se vuelve loco con el plástico. No sé por qué, pero lo huele y lo encuentra, aunque sea una pizca. Debe ser una de ciencia en su alimentación, aunque come mejor que yo. Una vez se comió toda una caja de plástico para tabaco, ¿usted cree? Ese es el negocio al que me dedicaría ahora, sí señor, si los matasanos nome hubieran dicho que debía darle un descansito al corazón.
- Podría amarrar al perro a ese árbol - dijo el desconocido.
- ¡Me revientan todos estos jóvenes de ahora! - dijo Bullard-
Todos suspirando para que no haya fronteras. Jamás ha habido tantas Fronteras como ahora. ¿Sabe usted lo que diría hoy Horace Greely?
- Tiene la nariz húmeda - dijo el desconocido, y retiró los tobillos, peroel perro se encorvó en paciente persecución -. Ya, ¡quieto! - Si tiene la nariz húmeda, quiere decir que está sano - dijo Bullard-. Dedícate al plástico, ¡muchacho! Eso diría Greeley. Dedícate al átomo ¡muchacho!
El perro había localizado definitivamente los botones de plástico en las ligas del desconocido y movía la cabeza de un lugar a otro cavilando en la manera de hincar sus dientes en esagolosina.
-¡Lárgate! - dijo el desconocido.
- ¡Dedícate a la electrónica, muchacho! - dijo Bullard -. No me diga que ya no hay oportunidades. Las oportunidades están tocando en cada puerta del país, tratando de entrar. Cuando yo erajoven, tenía uno que salir a buscar una oportunidad para luego llevarla de las orejas a casa. Ahora...
- Lo siento - dijo el desconocido simplemente. Cerró el...
Regístrate para leer el documento completo.