La falsa moralidad burguesa
No es casualidad que justo ahora que los movimientos sociales se están radicalizando, aunque sea con liviandad, al ver lo falaz de la democracia burguesa y mercantil, los reaccionarios se guarden asustados bajo las mismas faldas, arguyendo continuamente y dirigiendo el debate hacia dos principios morales que creen, a todas luces, absolutos: El primero de estos dogmas de fe bebe directamentedel cristianismo, y de hecho está recogido en los textos bíblicos, concretamente en Mateo 7:12, y dice así: ‘’Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley (…)’’. Fórmula coloquial que, a buen seguro, todos reconocemos bajo el siguiente aspecto: ‘’No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti’’. Sonpor lo menos tres las ocasiones en las que, en distintos debates televisivos, me he topado con esta cantinela cristiana, convertida en tótem moralizador para todo el mundo. De otro lado, y como anverso liberal, está la también conocida máxima moderna según la cual ‘’Mi libertad –la de todos– termina donde empieza la del otro’’; que el anarquismo recoge y potencia hasta los límites del infinito delser humano.
A priori, ambas sentencias morales parecen no sólo deseables para todos los hombres, sino el súmmum de todo pensamiento que persiga unos fines mínimamente humanos. Dudo que haya alguien que no se halle atraído de una forma u otra por estos dos asertos. Incluso yo, que voy a intentar desentrañarlos como enunciados contraproducentes y falaces, me asombro por las vibraciones positivasque levantan en mí, aun cuando provengan de bocas y mentes de lo más aviesas y retrógradas. Y es que estos argumentos han sido usados por los sectores más conservadores desde hace, me atrevería a decir, cientos de años. De hecho, al empezar a bosquejar este escrito en la imaginación, me vinieron a la cabeza unas cuartillas escritas por el anarquista Antonio Faciabén, y que recoge Xavier Díez ensu magnífico libro El anarquismo individualista en España [1], que tratan precisamente sobre estas leyes morales absolutas, particularmente de la primera, pero que sin duda puede extenderse a la segunda; en éstas, como digo, Faciabén afirma lo siguiente:
«Esta máxima, que parece encerrar la suprema ley moral, que todos deberían acatar para establecer la verdadera armonía de las relaciones...
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