La fecundidad de lo intermedio
1. El aspecto de las ideas
A pesar de la intrínseca pertenencia de lo que aparece y del aparecer, más allá de su reducción a ámbitos sin relación alguna (lo que comporta la atención a la opinión de los mortales, precisamente por consideración a la verdad), a pesar de la necesidad de comprender el desvelamiento no como un simplealejamiento de la ocultación, no faltan propuestas más o menos explícitas que propugnan como camino del pensar simplemente el que conduce de las tinieblas a la luz. En este sentido, se ha señalado de modo paradigmático, más aún como apertura de un destino, la posibilidad que ofrecen los textos de Platón. La insistencia y la correspondencia a la pregunta adoptan, entonces, la forma de disposición en elhombre constituido por el preguntar; obra de liberación del conocimiento, no un simple derramamiento del saber en su alma, «como si se infundiese la visión a los ojos de un ciego». «La verdadera educación consiste en despertar las dotes que dormitan en el alma, pone en funciones el órgano por medio del cual se aprende y se comprende.» De ahí que la esencia de la educación filosófica consista, portanto, en una «conversión», en el sentido de un verdadero volver o hacer girar «toda el alma» hacia la luz1.
Con ello, el pensamiento, «como diálogo que el alma tiene consigo misma»2, viene a ser un punto de vista del hombre. Más aún, la chispa de este conocimiento sólo prende en el alma de quien, a fuerza de largos años de afanes, llegue a ser lo más afín posible a esa luz. Sin embargo, «si leobligara a fijar la vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos?»3. Cabe, con todo, acostumbrarse, volver a enfocar la mirada, enderezarla correctamente: todo un proceso mediante el cual encaminarse hacia la libertad, y que exige decisión. Precisamente, será la pregunta la tensión que permita tal encaminarse. El ojo, del que Platón dice que es eminentemente helioide, al que llama «soldel cuerpo», se encuentra en estrecha relación con el sol inteligible o con la idea de bien, fuente de toda inteligibilidad y aquello que requiere una auténtica inversión en sus hábitos. Ha de hablarse de pasos, de una habituación y rehabituación, de una reversión del hombre entero, que es, a su vez, al espacio en el que se halla. La paideía reclama una verdadera «formación», que trae a la mirada,en el sentido de un informar, un poner en la forma según la forma. De este modo, entre formación y verdad se da una relación esencial, la que pide una efectiva traslación, un desplazamiento del ámbito de lo que, sin más, se le viene a las manos, a los dominios en que se pone de manifiesto el ser mismo. De ahí que el símil de la caverna, «incrustado en el centro de La República, en un punto análogoal que ocupaba en una ciudad antigua el hogar colectivo del que estaba suspendido el destino del estado»4, proponga una verdadera katábasis.
No se trata de desconsiderar la sabiduría de la caverna. No es un mundo desprovisto de ella. El hecho de que primen las confusas opiniones en un mundo de ídolos y sombras, entregado a los juegos y a los dobles, no impide reconocer cierta sabiduría. El símilno narra una sucesión de abandonos, sino una historia de tránsitos de una posada a otra. El giro requerido no es simplemente doloroso, difícil y arriesgado respecto de lo habitual, sino que le involucra a uno por completo y es un desplazamiento incluso físico. No se trata de infundir vista en el ojo, ya que los prisioneros están provistos de la facultad de ver y del órgano correspondiente: estodo un volverse, una modificación en la manera de ver. Lo que sugiere que la verdad no es un mero darse a ver –que es lo que podría parecer en una lectura inicial del eîdos–. Tampoco es un mero desocultamiento del ser que hay en lo que hay. Es un ver de especiales características, bien enfocado, como es debido, un ver lo que tiene en verdad más ser, lo que se tiene más en su ser, un ver correcto y...
Regístrate para leer el documento completo.